El protagonismo de la población en la vigilancia de la salud, fue establecido hace más de 30 años por la reforma sanitaria en Brasil. Una forma de garantizar el derecho a la salud y a una adecuada vigilancia a través de la participación y la movilización de la ciudadanía. En muchos lugares se hizo muy poco para garantizar dicho derecho. Pero, en Piquiá de Baixo – Açailandia MA (comunidad afectada por una alta contaminación, producida por un enorme tren que transporta minerales, 5 empresas siderúrgicas y una fábrica de cemento), un grupo de jóvenes ha tomado en serio su derecho a vigilar la salud de la comunidad.

“Vivíamos bien en este lugar, hasta que llegó la desgracia con la inauguración de la vía del tren y de las empresas siderúrgicas y la cementera” dice doña Francisca Souza mostrando el humo que invade su casa y el polvo que se fija en todas las cosas, pero sobre todo en los pulmones de las personas. “Muchas veces lavamos la ropa y más tarde tenemos que lavarla de nuevo porque se ensucian con tanto polvo negro que llega con el paso del tren y con los humos de las fábricas”.

Frente a esta realidad, un grupo de jóvenes ha asumido la vigilancia de la salud de su comunidad. Gerliane Chaves de 18 años, nos indica que, dado que la polución en Piquiá de Baixo es demasiado crítica, los jóvenes entre 17 y 20 años se organizaron en un colectivo. Todos ellos nacieron en el barrio y han convivido siempre con el aire contaminado. “Sabíamos que la polución nos hacía daño, pero no teníamos datos exactos del nivel de gravedad, ni de lo que realmente pasaba en nuestra sangre, en nuestros pulmones, en nuestros organismos”.

Las empresas, por su parte, manifiesta la joven Gerliane, presentaban informes y nadie los podía rebatir. “Por eso, nuestro colectivo se propuso monitorear con instrumental técnico los niveles de polución y contaminación, para poder confrontar los datos de las empresas y poder exigir a ellas y a las autoridades el cumplimiento de las normas de protección del ambiente y de la salud de la población”.

Asumir esta responsabilidad con su comunidad, permitió que los jóvenes se capaciten y asuman un liderazgo colectivo en defensa de la salud de su gente. “Aprendimos muchas cosas relacionadas con el barrio que no conocíamos, nos capacitamos en el manejo del instrumental técnico de monitoreo y de lectura de dichos datos que, nos ayudaron a ver los reales efectos que esa polución genera en nuestros cuerpos y en la salud de toda la población”, afirma la joven vigilante.

Nuestra expectativa es alta sobre el futuro del barrio, dice con esperanza y convicción Gerliane Chaves. “La población ha logrado que se apruebe la reubicación del barrio a una zona más segura y más saludable. Nos toca completar el proceso de reasentamiento. Para que la población tenga sus casas construidas en un nuevo local distante de las siderúrgicas. En ese nuevo barrio, tendremos que reformular la vida no sólo de la comunidad sino también de nuestro colectivo joven de vigilantes de la salud”.

“Una cosa, no menos importante, que hemos aprendido, es que hay también en otras zonas del Brasil y de América Latina, barrios en situaciones parecidas a la nuestra. Lugares contaminados por grandes empresas que perjudican la salud de la población y del medio ambiente”. Frente a estas situaciones, “los jóvenes de dichas comunidades podemos marcar la diferencia en la vigilancia y defensa de la vida de nuestra gente”.

Con información y fotos de Dário Bossi, sacerdote comboniano.