El Papa Francisco, desde la encíclica “Laudato Si”, nos habla con fuerza y con pasión para pensar y buscar alternativas para este mundo. En ese sentido, encuentro que los pueblos indígenas son una alternativa para nuestra sociedad occidental. Así lo afirma Mons. David Martínez de Aguirre Guinea, O.P., Obispo del Vicariato Apostólico de Puerto Maldonado (Perú), Secretario Especial del Sínodo para la Amazonía.

Los pueblos indígenas no son avaros, no tienen avaricia, no necesitan acumular porque la naturaleza les da lo que necesitan. Lo único que les gusta acumular son relaciones humanas, enfatiza el religioso dominico.

“Pepe Álvarez es un Biólogo, nacido en España, pero es peruano. Él, ha convivido con los pueblos indígenas amazónicos. Él, nos decía un día que los pueblos indígenas no acumulan. Lo único que acumulan en esta vida, son relaciones humanas. Y esto, quienes hemos convivido con las comunidades nativas lo afirmamos todos.

Los indígenas, son los especialistas de las alianzas, de establecer relaciones humanas y no son ávaros, no tienen la avaricia.  Esto hace, que quien no los entiende, los tilde como ociosos o como conformistas, o como que no les importa nada, y que se lo toman todo como una broma, o al chiste, en el trabajo. Y no es así. Es que tienen otro tipo de relaciones. Ellos, lo que necesitan es acumular relaciones humanas, no necesitan acumular bienes porque la naturaleza se los da. Tienen otro esquema de vida, y esto es una oportunidad que tenemos que escuchar.

Un indígena, cuando quiere acumular es para repartir, para compartir con otro, con otros. Y esto, es un mensaje muy fuerte que nuestro mundo no escucha. Nuestro mundo occidental, este mundo globalizado con sus leyes del mercado, donde cada vez hay más excluidos del sistema, donde cada vez las riquezas se concentran en menos manos, mayores riquezas en menos manos. Hay que escuchar a estos pueblos”.

Para el obispo de Puerto Maldonado, este será uno de los aspectos claves a considerar en el próximo Sínodo para la Amazonía, que se realizará del 6 al 27 de octubre en el Vaticano, con la presencia de obispos de la región, expertos invitados y del propio Papa Francisco.

«Decir, vamos a ver, ¿realmente nuestro sistema de vida nos está ayudando a ser más humanos?  Realmente, esta vida que nos hemos inventado, la sociedad occidental, por llamarlo de alguna manera, ¿es lo que nos hace más felices?  O por qué no miramos también, a estas otras sociedades que no han pasado por las mismas rutas que nosotros y que nos están brindando la oportunidad de soñar un mundo diferente.

Porque ellos (los pueblos indígenas), realmente hacen la vida viable de otra manera. Donde no se pretende acumular tanto, donde las relaciones humanas imperan frente a otro tipo de intereses, donde se disfruta más de la vida, donde no hay tanta presión sobre las personas, sobre la familia, sobre ese falso triunfalismo que nos hace desenfocarnos, y nos hace poner el centro de nuestra vida en lo que realmente, pues, no nos hace felices.

Cada vez más está demostrado que la felicidad no está en aquellos que más tienen o que más acumulan, sino precisamente en estas sociedades que más disfrutan de la vida».

Nombrado por el Papa Francisco como Secretario Especial del Sínodo para la Amazonía, monseñor David, plantea que la Iglesia debe entrar en un cambio radical de sus formas de presencia y actuación en esta región: “El Papa Francisco, en la “Evangelii Gaudium” ya nos animaba a toda la iglesia a una conversión estructural, de todas las estructuras, de cada grupo, de nuestra forma de llevar la pastoral, nuestra forma de atender, nuestra forma de vivir la fe. Es necesario una conversión”.

Una Iglesia inculturada

Preguntado sobre qué significa construir una iglesia respetuosa de la cultura, la espiritualidad y la identidad de los pueblos amazónicos, señala que la labor de la iglesia católica, en relación a los pueblos indígenas, es seguir acompañándolos. “Este acompañamiento ya lo venimos haciendo desde hace mucho tiempo con las comunidades nativas. Un acompañamiento que será variado, dependiendo de quienes sean los interlocutores. Porque a veces, cuando hablamos de los pueblos indígenas, generalizamos, y metemos a todos los grupos, a todas las etnias, a todas las comunidades en un único pensamiento. Y la realidad de cada grupo o comunidad es distinta”.

Hay dos puntos importantes en esta relación de la Iglesia con los pueblos indígenas afirma. La inculturación y el diálogo intercultural o diálogo interreligioso.

“Inculturación en el sentido que la iglesia tiene un mensaje que ofrecer, verdad. Y, ese mensaje es Cristo, que es esperanza para nosotros y que es riqueza. El Evangelio es un mensaje que no anula las identidades indígenas, las identidades amazónicas y de ninguna cultura en el mundo. Más bien, las potencia, las dinamiza y les hace sacar lo más genuino de si mismas. Así lo entendemos. El Evangelio no trata de anular ninguna expresión cultural porque el Evangelio no es propio de ninguna cultura específica. Sino que el Evangelio rescata lo más genuino de todos nosotros, lo potencia, lo anima y lo pone en diálogo con el resto de la humanidad.

La Iglesia en esta oferta de esta buena noticia que es Cristo, se presenta ante los pueblos amazónicos desde la interculturación. Así tiene que hacerse.  Es el principio de la Encarnación. Dios que se hace realidad en la historia humana, entre nosotros. Entonces, la Iglesia con el mensaje de Cristo, se hace presente en una cultura determinada y para poder transmitir ese mensaje, esa Buena Noticia de Jesús, lo tiene que hacer en unos códigos que sea comprensibles por la cultura que lo recibe. Porque si no, se va ha producir una distorsión y va a ser imposible que esa semilla, que es la Buena Noticia, pueda caer en esa tierra buena.

El mensaje se tiene que dar de una manera inculturada, y allí está el esfuerzo de tantos misioneros y misioneras que se presentan ante diferentes culturas, y que intentan aprender, conocer los valores de las otras culturas y de alguna manera se enriquecen ellos a sí mismos. Es el misionero que se incultura para ofrecer un mensaje esperanzador, según los códigos de la cultura receptora. Pero, eso en realidad no es la inculturación.

La inculturación tiene que ir un paso más allá, porque el sujeto, el protagonista de la inculturación no es tanto el misionero que lleva la Buena Noticia, como el pueblo indígena, en este caso, que la recibe. Entonces, cuando el pueblo indígena recibe el Evangelio, como que lo pasa por su tamiz cultural, como que, lo tiene que reinterpretar y tiene que ver cómo se acomoda dentro de su cultura. Y habrá elementos que le resultarán chocantes, y, de alguna manera como el misionero que lleva una Buena Noticia, también pues, es imposible que se despoje del todo de su cultura, la nueva cultura que la recibe, como que tiene que tamizar esa Buena Noticia, para asumirla y para que, de alguna manera, la pueda acoger como algo propio, como algo enriquecedor.

Entonces, hay un primer momento de esta segunda fase de la inculturación, donde el propio pueblo que recibe el mensaje evangélico, como que pasa por el tamiz cultural ese mensaje que ha recibido. Y, luego, hay un tercer momento, que quizás es el más importante, el más rico, y es en el que propiamente se produce la inculturación, que es cuando los pueblos, el pueblo indígena amazónico se empodera, se hace dueño de ese mensaje que ha recibido, que lo ha pasado por el cernido de la propia cultura, y, ahora comienza a mirar su cultura a la luz de esa Buena Noticia, del mensaje del Evangelio. No para anular la propia cultura, sino para enriquecerla, para cuestionarla también en algunas cosas, para dinamizarla, para potenciarla en lo más genuina que ella tiene. Este es el elemento más importante, cuando el indígena amazónico adueñado ya de una fe, de un mensaje, de una Buena Noticia, empieza a pasar su propia cultura por el tamiz de esa Noticia, de esa novedad recibida.

Hay pueblos que, en su relación con la Iglesia, han acogido la fe, la fe en Jesucristo, lo han acogido como Buena Noticia. Por lo tanto, la relación de la Iglesia con estas comunidades es un diálogo inculturado.

También habrá otros pueblos, otras realidades, donde habrá indígenas particulares o pueblos que no acepten el mensaje de Cristo, como algo que les dinamiza, que potencia su cultura, que les hace fortalecerse, y que, no acogerán el mensaje de Cristo con la apertura que otros lo acogen. Entonces allí, la Iglesia tendrá que tener un lenguaje interreligioso, intercultural. Aceptar los valores del otro, aceptar la diferencia y encontrar aquellos puntos comunes de diálogo y de trabajar por un mundo mejor, cada uno desde su cosmovisión, desde su forma de entender a Dios y de entender la vida.

Son dos puntos, pero de ninguna manera el Sínodo supondría una claudicación de la labor misionera de la Iglesia en la Amazonía, ni en los pueblos indígenas, porque los mismos pueblos indígenas, algunos nos reclamarían y dirían y porque nosotros no tenemos derecho a también empoderarnos en la Iglesia y a sentirnos sujetos de la evangelización, e incluso, nosotros mismos evangelizar a otros. Por qué tenemos que ser excluidos de esa Buena Noticia, que es Jesús. Yo creo que los propios pueblos, lo reclamarían. Así me consta de algunas realidades».

Posibles sacerdotes casados y rol de la mujer en la Iglesia

El llamado «Instrumentum Laboris», preocupado por las zonas lejanas o aisladas en la Amazonía, propone o sugiere se estudie la posibilidad de la ordenación sacerdotal para personas ancianas, preferentemente indígenas, respetadas y aceptadas por su comunidad, aunque tengan ya una familia constituida y estable, con la finalidad de asegurar los Sacramentos que acompañen y sostengan la vida cristiana. Igualmente, plantea que la mujer debería asumir roles más protagónicos en los espacios de toma de decisiones en la iglesia. Monseñor David Martínez, nos explica estas propuestas:

«En muchos sitios, la Eucaristía se celebra sólo una vez al año o cada dos años, entonces, en este llamado del Papa de repensar, de ser audaces, de no tener miedo, de conversar, es que muchas de nuestras iglesias amazónicas, muchas comunidades, los pastores, catequistas, religiosos, religiosas en nuestro diálogo sinodal consideramos que este es un punto importante para repensar.

¿Cómo vamos a vivir los ministerios en la Iglesia? Teniendo en cuenta que la Eucaristía es el centro de la vida de la comunidad, es el centro de la vida de la Iglesia, ¿cómo vamos a hacer para que estas comunidades tan alejadas puedan vivir la Eucaristía? ¿Podemos repensar nuevos caminos? ¿Podemos repensar nuevas formas? Esto es un poquito, lo que en este Sínodo se está presentando y es un tema que diferentes iglesias lo han presentado para que los padres sinodales puedan pensarlo, puedan dialogarlo y puedan encontrar una nueva forma de actuar que de respuesta al anhelo de tantas comunidades para vivir la Eucaristía y los demás sacramentos.

De todos modos, este es un tema que tampoco es el tema central del Sínodo. Es un tema importante, pero no el tema central. No lo podemos centrar todo en eso.

Lo mismo ocurre con el tema de la ordenación de la mujer. Es un tema que ha salido en la Iglesia, ha salido en cuanto a la ordenación diaconal. El Papa Francisco ha pedido a un grupo de expertos y expertas que estudien este tema del diaconado de la mujer. Han hecho el estudio y al final el Papa les ha dicho, bueno, me han dado unos resultados en los que ustedes no se acaban de poner de acuerdo, en el que todavía hay que seguir pensando y todavía seguir reflexionando sobre estos puntos.

Entonces, el Sínodo para la Panamazonía, no va a resolver todos los problemas y dificultades que tiene la iglesia universal. El Papa nos está diciendo que nos centremos en la Amazonía. Pero, aunque eso es así, no cabe esperar que este Sínodo Amazónico responda a todos los temas de discusión dentro de la iglesia. Si es cierto, que puede ser un hito y es cierto que el papel de la mujer y la presencia de la mujer en las comunidades y el que la mujer tenga cada vez más acceso a los espacios de toma de decisiones en las comunidades, en las mismas iglesias locales, en los vicariatos, en las diócesis, esto es una realidad que se está imponiendo cada vez más en la iglesia, no solo en la iglesia amazónica, también en la iglesia universal.

Fíjense que el Papa Francisco para el dicasterio encargado para la economía ha sustituido a un cardenal y lo ha sustituido con una laica, una mujer. Entonces, ciertamente, gracias a Dios, hay pasos importantes que se están dando en la Iglesia en cuanto a que la mujer pueda participar activamente y que la iglesia se pueda enriquecer con la visión femenina que es tan importante y tan complementaria en la humanidad.

Es cierto que durante muchos siglos la iglesia ha sido demasiado centrada en la visión masculina. Qué bueno que, en todas nuestras comunidades, todos somos testigos de la presencia y de la actuación de tantas mujeres. Y en la historia de la Iglesia tantas santas, tantas mujeres, que son las que han sacado adelante muchos de los procesos importantes en nuestra iglesia».

Entrevista realizada por Mónica Villanueva, laica dominica y comunicador social del Centro Cultural José Pío Aza, Lima-Perú.