Con ocasión del Encuentro que el Cardenal Peter Turkson, presidente del Dicasterio para el servicio del Desarrollo Humano Integral, sostendrá el 2 de marzo, con la Red Iglesias y Minería y el CIDSE, diversos obispos, sacerdotes, laicos, miembros de organizaciones ecuménicas de Colombia y de América Latina e integrantes de la Red Iglesias y Minería, comprometidos con el acompañamiento a comunidades que han sido afectadas por la intervención de compañías del sector minero, han escrito una carta al Cardenal para saludar el interés en abordar la problemática minera a nivel global y expresarle sus preocupaciones sobre esta realidad en Colombia.
Nos anima, afirman en la comunicación, “el llamado de las bienaventuranzas a buscar la justicia desde los más pequeños, los excluidos, los empobrecidos, las víctimas; y la fuerza profética de nuestro querido papa Francisco, quien en la encíclica Laudato Si, interpela profundamente al modelo de mercado y su racionalidad instrumental que convierte en medios para el crecimiento económico los bosques, las aguas, el aire, el suelo, el subsuelo, la biodiversidad, las mujeres y hombres. Nos anima también, el llamado a la alegría, a la contemplación de lo bello y a mantener la esperanza para trabajar por otro tipo de relaciones sociales que garanticen la vida humana y la vida del planeta: “que nuestras luchas y nuestra preocupación por el planeta no nos quiten el gozo de la esperanza” (L.S. 244).
La carta, dirigida al Cardenal Turkson, le informa que en Colombia, “la actuación de las transnacionales mineras, así hablen de responsabilidad social corporativa, de minería buena, sólo pretenden acrecentar la explotación de los territorios para sumar dinero para sus accionistas. Cuentan para este fin con la complicidad de los gobernantes que se lucran también de las prebendas que ofrecen las corporaciones mineras, y en no pocos casos la puerta giratoria de gobierno a empresas y de empresas a gobiernos, hace que la institucionalidad esté al servicio de los intereses de éstas transnacionales”.
“El derecho a la consulta previa, libre, informada, consentida a la que tienen derecho las comunidades indígenas y afrodescendientes, es solo una ficción. Afirman los firmantes. “Con mentiras, engaños o sobornos las compañías consiguen firmas que luego presentan como consentimiento de la comunidad a los proyectos, en otros casos, realizan “obras sociales” en sectores de las comunidades cooptados por las empresas y que desconocen las dimensiones de las repercusiones de la mega-minería. A manera de ejemplo, en comunidades como Alto Guayabal, en Jiguamiandó Chocó, las mismas comunidades indígenas debieron adelantar su propia consulta, por fuera de las trabas institucionales, para manifestar cuál era su voluntad en relación con la exploración minera que ya adelantaba la Muriel Mining Corporation, filial de la británica Rio Tinto. En la ciudad de Ibagué y Cajamarca Tolima, la comunidad organizada, después de innumerables trámites legales, muchos de ellos dilatorios, logró que se aprobara el desarrollo de una consulta, dado que en su municipio se implementa, con grandes costos ambientales y sociales, la operación empresarial de la transnacional Anglo Gold Ashanti, lo que demuestra la dificultad real para que el Estado, y mucho más las poderosas empresas transnacionales, respeten la posibilidad que las comunidades puedan decir NO, con verdadera libertad, a la explotación en sus territorios, si así lo consideran”.
La carta subraya un llamado a que la Iglesia y en particular el Dicasterio que el Cardenal Turkson dirige, escuche prioritariamente las voces de las víctimas de la actividad minera. Indica también que “el nombre del Consejo Pontificio por la Justicia y la Paz fue utilizado como uno de los participantes formales en los encuentros promovidos en los territorios colombianos, por la “Iniciativa de Reflexiones sobre Minería y Fe” de un grupo de empresas mineras y representantes de diferentes iglesias”.
“Queremos manifestarle, también, que cuenta con nuestro respaldo para que las directrices de la encíclica Laudato Si sean el derrotero que oriente las interlocuciones con las empresas y para que, como nuestros obispos de Colombia manifestaron en una de sus cartas pastorales, los empresarios comprendan esta reflexión elemental: “Sería bueno tener presente que se puede vivir sin oro o sin petróleo, pero no se puede vivir sin agua”. Sólo si se pone la vida como valor principal, por encima de la acumulación ilimitada que pretenden con la explotación de recursos en nuestros países, será posible construir unas relaciones distintas a las de la racionalidad instrumental que es la que en la actualidad está primando, como bien lo advirtió nuestro querido papa Francisco”.