El cardenal Claudio Hummes, Presidente de La Red Eclesial Panamazonica REPAM, al inaugurar el Sínodo Amazónico, dijo que, la misión de la Iglesia en la Amazonía es el aspecto central de este Sínodo. Una Iglesia que no se encierra en sí misma, sino que se integra en la historia y en la realidad del territorio – la Amazonía en este caso –, que está atenta al grito de auxilio y a las aspiraciones de la población y de la “Casa Común” [la creación], abierta al diálogo, sobre todo interreligioso e intercultural, acogedora y deseosa de compartir un camino sinodal con las otras iglesias y religiones, la ciencia, los gobiernos, las instituciones, los pueblos, las comunidades y las personas; respetuosa de las diferencias, defensora de la vida de las poblaciones de la región, ante todo de aquellas originarias, y de la biodiversidad en el territorio amazónico.

Rememorando las grandes directrices pastorales del Papa Francisco, destacó que “la Iglesia necesita caminar. Ella no puede permanecer sentada en su casa, cuidando sólo de sí misma, encerrada entre paredes protectoras. Y menos aun mirando hacia atrás, añorando los tiempos pasados”.

Una Iglesia integrada en la historia y en la realidad del territorio, donde la vida en la Amazonía nunca ha sido tan amenazada como ahora “por la destrucción y explotación ambiental, por la sistemática violación a los derechos humanos básicos de la población amazónica. En especial la violación de los derechos de los pueblos originarios, como ser el derecho al territorio, a la auto-determinación, a la demarcación de los territorios, y a la consulta y consentimiento previos.”

En el proceso de escucha sinodal de la población, recordó, “surgió que la amenaza a la vida en la Amazonía se debe a los intereses económicos y políticos de los sectores predominantes de la sociedad actual, en especial las empresas que al extraer de forma predatoria e irresponsable (legal e ilegalmente) las riquezas del subsuelo alteran la biodiversidad, frecuentemente con el respaldo o el permisivismo de los gobiernos locales o nacionales, y en ocasiones incluso con el consentimiento de autoridades indígenas.

En estos tiempos de cambio de época, enfatizó el Presidente de la REPAM, la Iglesia “necesita caminar al lado de todos y cada uno, sobre todo los que viven en las periferias de la humanidad. Iglesia “en salida”. Para qué salir. Para encender luces y calentar corazones que ayuden a la gente, las comunidades, los países y la humanidad toda a encontrar el sentido de la vida y de la historia.”

Refiriéndose a la “consulta sinodal”, indicó, que “las comunidades opinan que la amenaza a la vida en la Amazonía se debe principalmente a: a) la criminalización y asesinato de líderes y defensores del territorio; (b) apropiación y privatización de bienes de la naturaleza, como la misma agua; (c) concesiones madereras legales e ingreso de madereras ilegales; (d) caza y pesca predatorias, principalmente en ríos; (e) mega-proyectos: hidroeléctricas, concesiones forestales, tala para producir monocultivos, carreteras y ferrovías, proyectos mineros y petroleros; (f) contaminación ocasionadas por toda la industria extractiva que produce problemas y enfermedades, sobre todo a los niños/as y jóvenes; (g) narcotráfico; (h) los consecuentes problemas sociales asociados a estas amenazas como alcoholismo, violencia contra la mujer, trabajo sexual, tráfico de personas, pérdida de su cultura originaria y de su identidad (idioma, prácticas espirituales y costumbres), y toda condición de pobreza a las que están condenados los pueblos de la Amazonía”.

La ecología integral nos hace entender que seres humanos y naturaleza están conectados: todos los seres vivos del planeta son hijos de la tierra. El cuerpo humano está formado por el “polvo de la tierra” en el cual Dios “sopló” aliento de vida, según reza la Biblia (cf. Gen 2,7). En consecuencia, todo lo que daña a la tierra, daña a los seres humanos y todos los otros seres vivos del planeta, lo que viene a decir que ecología, economía, cultura etcétera no se pueden abordar por separado.

Caminar permite a la Iglesia ser fiel a su verdadera tradición, que es la historia viva de la Iglesia, en la cual toda promoción al acoger el legado de las anteriores, como la comprensión y la experiencia de fe en Jesús Cristo, enriquece dicha tradición en el presente con su propia experiencia y comprensión de la fe en Jesús Cristo.

Las luces: el anuncio de Jesús Cristo y la práctica incansable de la misericordia en la tradición viva de la Iglesia señalan la senda por seguir caminado de forma inclusiva, invitando, acogiendo y alentando a todo el mundo sin excepciones hacia el futuro, como amigos y hermanos en el mutuo respeto a las diferencias.

Este Sínodo busca “nuevos caminos”. No tengamos miedo a que Dios nos lleve por caminos nuevos, nos saque de nuestros horizontes con frecuencia limitados, cerrados, egoístas, para abrirnos a los suyos. Entonces, no tengamos miedo a la novedad. No le tengamos miedo a Cristo, la novedad. En su discurso a los obispos brasileños, durante la Jornada Mundial de la Juventud en el año 2013 en Río de Janeiro el Papa, equiparando la Amazonía a un “tornasol, un banco de prueba para la Iglesia y la sociedad brasileña”, exhorta a que la “obra de la Iglesia sea ulteriormente relanzada [en la Amazonía]”, se fortalezca “el rostro amazónico de la Iglesia”

La humanidad tiene una deuda grande con los pueblos indígenas de los diversos continentes de la tierra, y con los de la Amazonía también. Hace falta que a los pueblos indígenas se les devuelva y garantice el derecho a protagonizar su propia historia, a ser sujetos del espíritu, y no objetos o víctimas del colonialismo. Sus culturas, lenguas, historias, identidades, espiritualidades constituyen la riqueza de la humanidad y deben ser respetadas, preservadas e incluidas en la cultura mundial.

Déjense envolver en el manto de la Madre de Dios, Reina de la Amazonía. No cedamos a la autorreferencia, sino a la misericordia hacia el grito de los pobres de la tierra. Será necesario rezar mucho, meditar y discernir una práctica concreta de comunión eclesial y espíritu sinodal. Este Sínodo es como una mesa que Dios ha preparado para sus pobres, y nos pide que atendamos esta mesa.

Don Claudio Hummes, concluyó su intervención, invitando a todo el mundo a dejarse llevar por el Espíritu Santo en estas jornadas sinodales. “Déjense envolver en el manto de la Madre de Dios, Reina de la Amazonía. No cedamos a la autorreferencia, sino a la misericordia hacia el grito de los pobres de la tierra. Será necesario rezar mucho, meditar y discernir una práctica concreta de comunión eclesial y espíritu sinodal. Este Sínodo es como una mesa que Dios ha preparado para sus pobres, y nos pide que atendamos esta mesa.”