“No existen las razones económicas en el mundo, para justificar tanta pobreza y miseria, tanta desigualdad. Lo que se produce en un día en el mundo, es suficiente para todos. Si dividiéramos el PIB mundial global, para el número de habitantes sobre la tierra, a cada familia de 4 personas, le alcanzaría alrededor de 4.000 dólares mensuales, es decir, todos podríamos vivir dignamente. Las razones de las situaciones de exclusión, pobreza y desigualdad son políticas y sociales.”
Economista Ladislau Dawbor
Hay muchos, somos muchos los que estamos buscando nuevos caminos, los que creemos que es necesario cambiar de rumbo. Sentencia con esperanza el profesor Dawbor.
En un ambiente de denuncia, pero también de anhelos de nuevos tiempos, la tarde de ayer, lunes 19 de abril, se reunieron alrededor de 200 personas de diferentes partes del mundo, para reflexionar sobre el modelo económico en el que vivimos. La Conferencia Latinoamericana de Religiosos y la Red Iglesias y Minería propiciaron este evento de diálogo para analizar colectivamente la situación de exclusión y desigualdad que se genera en el mundo por causa de la acumulación, de la explotación de unos sobre otros y sobre la Madre Tierra.
“Minería: no así y no aquí” Es la lucha que empuja Mons. Londoño, redentorista, que lidera la diócesis de Jericó en Colombia, cerca de Medellín. Donde por 7 años, con la herramienta de la Laudato Si en la mano, viene preparando a la población para enfrentar y tomar decisiones frente a la amenaza minera. “La gente aún no se da cuenta de la magnitud de lo que se va a venir, porque aún no vemos excavaciones, nos vemos obreros con casco, no nos han sacado de nuestros lugares. Pero la población ya está dividida, los que se oponen por coherencia o desinformación, los que quieren la mina, con una mirada de supuesto adelanto y progreso”. El obispo Londoño, habló sobre lo que la iglesia, puede y debe hacer en las comunidades afectadas por el extractivismo: “Nuestra tarea es acompañar al pueblo dividido, ser diálogo. La Iglesia puede acompañar, estar presente en esta realidad y ayudar a hacer conciencia.”
Mons. Ferreira, obispo de Brumadinho (Mina Gerais, Brasil), inició la sesión, recordando el dolorosísimo momento que sigue viviendo la población que acompaña, por los impactos de la empresa Vale S.A. y la catástrofe socio ambiental, que se dio cuando hace 2 años, toneladas de lodo tóxico, sepultaron a la ciudad, matando a más de 270 personas. Con los versos “Nadie se suelta la mano, todos somos hermanos” el obispo, trajo a la mesa la urgencia de pensar en quienes más sufren con la degradación de la tierra y los intereses transnacionales.
Este diálogo que se enmarca en las escuchas a la Asamblea Eclesial de América Latina y El Caribe, aborda la realidad desde la mirada del sistema económico extractivista y las posibilidades que existen para transformar un sistema, en colapso, en colapso, por el dolor y la muerte que causa, por generar tantas personas excluidas, arrebatadas de posibilidades de una vida digna, de salud, de alimentos y agua segura, de un empleo con el que sostener a su familia. De un sistema social con brechas profundas. “20 familias en el mundo poseen la riqueza que debería ser repartida entre millones de personas”. Según la ONG que lucha contra la pobreza OXFAM, los 2153 milmillonarios que hay en el mundo poseen más riqueza que 4600 millones de personas que equivale al 60% de la población mundial.
La desigualdad en el mundo está profundamente arraigada y ha alcanzado un nivel escandaloso. “La brecha entre ricos y pobres no puede eliminarse sin la adopción de políticas contra la desigualdad. Pero muy pocos Gobiernos se han comprometido a adoptarlas”. Según el informe de 2020 de la ONG.
En América Latina y el Caribe el 20% de la población concentra el 83% de la riqueza, de acuerdo a datos de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL).
“Tenemos que asegurar el acceso a los bienes sociales, no existe razón económica, para que una madre, no pueda comprar una medicina para un hijo. Tenemos que tener políticas públicas de empleo, es ilógico que tengamos muchas cosas por hacer y mucha gente parada. La plata empresas transnacionales, y la que llega a los gobiernos y no llega a la población. En Suecia, existen sistemas de democracia económica y política. Sin democracia económica, la democracia política es evidentemente falsa.” Afirma el profesor Ladislau Dawbor
Y qué hace la Iglesia frente a este gran monstruo? Fue la pregunta que acompañó todo el diálogo. Las respuesta emergen de las mismas presencias que tenemos en las ciudades, en las comunidades, en las misiones más alejadas, en los complejos planes pastorales: tomar partido, denunciar un sistema que mata. La iglesia tiene en sus manos la posibilidad de hacer incidencia local, nacional, internacional. De generar diálogo, un diálogo crítico. Mirarse casa adentro: dónde esté el dinero de las inversiones en nuestras iglesias? Promover inversiones éticas, responsables, sustentables, por la justicia social. La Iglesia debe apoyar e incidir en la firma de tratados como Escazú, exigir los procesos de consulta previa, libre e informada, el consumo responsable, transición energética.
Hay que mirar la situación de manera integral, la mayoría de las decisiones que afectan a los territorios, se toman fuera de ellos. El problema va más allá de la contaminación, sino es el modelo económico, político y social que se confabula para que se siga manteniendo y generando cada vez mayores desigualdades.
En el diálogo los y las participantes reconocen que en la actualidad la minería domina las economías de nuestros países, y también las materias primas, pero por eso mismo la urgencia de dar pasos con propuestas firmes hacia otras alternativas y otros modelos. Esto es lo que queremos abordar en los siguientes capítulos de esta serie de diálogos: Economías Samaritanas y Ecología Integral, más allá del extractivismo. La próxima cita será el 24 de mayo, a las 17:00 (Colombia), con el tema Comunidades enfrentan a la minería y sueñan con Ecología Integral.
La moralidad vigente en el capitalismo es inmoral. Necesitamos una ética crítica radical de este sistema perverso. Hay salidas más allá de la modernidad capitalista, concluye Gloria Díaz, religiosa, una de las participantes.