Hermanos y Hermanas: estamos aquí elevando nuestras voces por los que no pueden hablar pero sienten igual que nosotros.

Por esa gran cantidad de espíritus de la Selva. Por los abuelos y abuelas, por el jaguar y la anaconda. Por nuestros ríos. Por ese millones y millones de Seres Vivos que están en los árboles, debajo del agua y en el viento…

Por nuestros hermanos que viven en aislamiento voluntario y no quieren saber nada de esta civilización en la que estamos ahora…

Por ellos y por el Agua que sólo habla con sus hijos, por la Naturaleza que se expresa a cada momento, y que ya no aguanta más tanta destrucción del ser humano; por las manos creadoras y destructoras del ser humano…

Estamos aquí por la Vida. Por los que no han nacido todavía… Por los hermanos y hermanas que han sido asesinadas. Por la pandemia de falta de derechos, por la pandemia de salud, por la pandemia económica, por la catástrofe que estamos viviendo. Que podemos parar si nos ponemos de acuerdo.

Presentación de José Gregorio Díaz Maribal, Coordinador de la COICA[1], ante el 5° Tribunal Internacional de los derechos de la Naturaleza, celebrado en Glasglow, 2021[2]

 

Quienes nos adherimos a la voz de José Gregorio Díaz Maribal integramos redes, organizaciones, plataformas, congregaciones diversas, confesionales y ecuménicas.

Con fecha 21 de agosto de 2021 hemos organizado un encuentro virtual con el propósito de “sentir con las víctimas la realidad del extractivismo”, en el marco del proceso de escucha de la Asamblea Eclesial de Latinoamérica y el Caribe.

Lo hicimos a partir de la experiencia común de caminar junto a comunidades campesinas y periurbanas empobrecidas, de pueblos originarios, poblaciones ancestrales y afrodescendientes, en los diferentes territorios que conforman nuestro Continente.

Hoy, a días de celebrada la COOP 26, comprobamos con sabor amargo que –una vez más- el poder hegemónico sigue sordo a las voces defensoras de la vida y ciego a la muerte que provoca. Que, cegado de ambición, sólo sabe ponerse de acuerdo con las grandes corporaciones que mercantilizan la vida.

Las experiencias vividas en los acontecimientos señalados nos animan a realizar este pronunciamiento. Pronunciamos la voz de las víctimas del sistema capitalista, colonial y patriarcal que –a sangre y tortura- pretende imponerse como monocultura absoluta. Son pueblos con historia y geografía; cuerpos-territorios que habitan, sienten, aman y sueñan; sus saberes han superado las necropolíticas y las necroeconomías imperiales por más de quinientos largos años. Son víctimas en tanto y en cuanto sufren las consecuencias depredatorias sistémicas: sus cuerpos saben la violencia de expolio, opresión, represión y muerte; al mismo tiempo han renunciado a dejarse morir; han adquirido autoridad moral y protagónica en el hacer cotidiano de defender la vida y tejer territorialidades; en el sembrar y cultivar la vida diversa y armónica, en colaboración recíproca con la fuerza vital de la Madre Tierra que “todo lo sostiene y lo gobierna[1].

Pronunciamos, y hacemos eco de sus voces, las palabras dichas por representantes de diversas comunidades de NuestrAmérica en el mencionado encuentro de escucha, titulado “Un grito de esperanza en la Asamblea Eclesial. Comunidades en re-existencia al extractivismo”. Lo hacemos desde el dolor y la indignación que la injusticia nos provoca. Pidiendo permiso a la multitud diversa de Seres Vivos que resisten y re-existen. Con la intención de llegar al corazón de quienes –por opción o por ignorancia; por acción o por omisión- se encuentran en la posición geo-política del Norte Global. A las vecinas y vecinos de las ciudades de nuestra Casa Común. A quienes forman parte de asociaciones de diversa índole. A quienes ejercen funciones públicas en los gobiernos nacionales y organizaciones supranacionales. A quienes lideran estados y empresas multinacionales. Nos dirigimos con respeto y sentimientos de “fraternidad abierta, que permite reconocer, valorar y amar a cada persona más allá de la cercanía física, más allá del lugar del universo donde haya nacido o donde habite.”[2]

Los testimonios de las Víctimas (en recuadros) y algunos de los ecos que hacemos, ya fueron dichos en otro Pronunciamiento similar, especialmente dedicado a la Asamblea Eclesial de América Latina y el Caribe que celebra la Iglesia Católica.[3] Las palabras escritas son expresión de lo que sentimos; manifestación segunda de los acontecimientos que suceden en nuestros territorios. Lo que sentimos, mezcla de dolor y digna rabia, se amalgama en el sentir colectivo que discierne y sostiene la lucha por re-existir. Por eso, las palabras aquí escritas son comunitarias, nos pertenecen colectivamente; están conjugadas con sentimientos (sentires) y con pensamientos; se tejen con sueños, proyectos y pulsiones de vida entramadas a las herencias ancestrales que rescatamos de nuestras memorias rebeldes; son sentipensares, en la magistral categoría sociológica sintetizada por Orlando Fals Borda.[4]

Un pronunciamiento basado en la lectura de la historia: sus continuidades y conformación del capitaloceno

Resulta inocultable que el sistema capitalista, colonial y patriarcal, desarrollado a partir del llamado “descubrimiento de América”, constituye la causa estructural de la injusticia instalada a nivel global.

Las víctimas llevan los estigmas –en sus cuerpos y en sus espíritus- de este sistema esclavista: duelen las heridas provocadas por las opresiones múltiples de despojo, sometimiento e inferiorización sexual y racial. Reconocen la continuidad histórica de una colonialidad imperial que ha tomado diversas formas y estrategias a lo largo de más de cinco siglos de explotar pueblos y territorios. Desde sus cosmovisiones biocéntricas, desenmascaran los discursos y las prácticas falaces de las últimas décadas de neoliberalismo:

 

Este modelo extractivista, es la continuidad de la política de muerte que empezó con la colonización y ahora nos siguen expropiando.  Es la continuidad del racismo y clasismo que se usa para enriquecer a unos pocos frente a la destrucción de las mayorías. El extractivismo profundiza en nuestros países la crisis mundial planetaria, y quienes están viviendo las consecuencias son quienes históricamente han vivido las opresiones, exclusiones y violencias estructurales.

Nos rompen por dentro, rompen el tejido social, enfrentan comunidades, familias, lastiman las relaciones e hieren profundamente a la dinámica comunitaria. Con la bandera del progreso entran a nuestros territorios ofreciendo mentiras, hablando de un desarrollo que nunca llega y que solo enriquece al capital que nos somete y daña nuestros cuerpos y nuestros territorios. Con la bandera del progreso han socavado nuestros deseos, nuestro proyecto de presente y futuro y nuestra dignidad.

 

El propio Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), en la introducción del Informe sobre Desarrollo Humano 2020[5] reconoce:

“…nos encontramos en un momento sin precedentes en la historia, en el que la actividad humana se ha convertido en una fuerza dominante que afecta a los procesos clave del planeta… Para cambiar esta trayectoria se requiere una gran transformación en nuestra forma de vivir, trabajar y cooperar…

La crisis climática. El colapso de la biodiversidad. La acidificación de los océanos. La lista es larga y no deja de crecer. Tanto, que muchos científicos creen que, por primera vez, el planeta ya no influye en los seres humanos, sino a la inversa. Es lo que se conoce como Antropoceno —la Edad de los Seres Humanos—, una nueva época geológica.”

Valoramos las descripciones que el PNUD realiza en los párrafos transcriptos, y en otros, de su informe 2020. Sin embargo, debemos manifestar que disentimos en el señalamiento de las causas que provocan este “momento sin precedentes en la historia”.

El colapso que sufrimos no lo provocan (todos) “los seres humanos”, no al menos, quienes consideramos Víctimas. Tampoco, con el mismo grado de responsabilidad. En este sentido, coincidimos con Horacio Machado Aráoz[6] que nos propone otra lectura:

“…vivimos un tiempo insoslayablemente signado por la producción capitalista de la Naturaleza.

El capitalismo provocó, como efecto y como condición de su propia existencia, una drástica transformación de los paisajes y los cuerpos, en la exterioridad de sus fisonomías y en la interioridad de sus fisiologías, a una inédita escala histórico-geográfica. A punto tal que, en un estricto sentido científico, cabe hablar de la configuración de una nueva era geológica: la Era del Capitaloceno

Desde esta perspectiva, la irrupción del capitalismo involucra la configuración de un régimen integral de apropiación/producción de la vida en general, cuya característica histórica y políticamente distintiva es la mercantilización de las energías vitales, tanto de las primarias (o naturales) como de las sociales (las resultantes del trabajo social, como forma humana específica de la gestión de la vida).”

Con inapelable consistencia y rigor científico, reiteramos junto a las Víctimas que este modelo extractivista es la continuidad de la política de muerte que empezó con la colonización y ahora nos siguen expropiando.  Es la continuidad del racismo…

Desde el dolor y el amor, que se nos hace palabra elocuente de ternura y de coraje, les decimos que nuestros criterios y deseos son contrarios a los criterios y deseos que dinamizan las políticas y la cultura del “desarrollo=progreso” del capitalismo colonial y patriarcal. No queremos el desarrollo que ha alcanzado el Norte Global. No lo queremos porque es el causante de la crisis civilizatoria en la que estamos; porque genera pobreza y muerte injustamente temprana; porque lleva implícita la violencia originaria impuesta en Gaia (Naturaleza-Vida) ahora reducida y degradada a condición de ‘recurso’, objeto de conquista y de explotación al servicio de la acumulación.

Manifestamos que el confort y el bienestar primermundista, que adquiere en la realidad niveles de obscena ostentación de riqueza, tienen su origen en el cruel escenario de “el descubrimiento de los yacimientos de oro y plata de América, la cruzada de exterminio, esclavización y sepultamiento en las minas de la población aborigen, la conversión del continente africano en cazadero de esclavos y esclavas negras…”[7] Como precisa el geógrafo brasileño Carlos Walter Porto Gonçalves, “sin el oro y la plata de América, sin la ocupación de sus tierras para las plantaciones de caña de azúcar, de café, de tabaco y de tantas otras especies, sin la explotación del trabajo indígena y esclavo, Europa no sería ni moderna, ni centro del mundo”[8]

“Las venas abiertas de América Latina”[9] o la “Inequidad Planetaria” que señala el Papa Francisco[10] en la administración de la justicia y en el acceso a los proclamados “Derechos Humanos Universales”

El extractivismo no sólo devasta y aniquila los cuerpos y los territorios. Horada y degrada también los edificios institucionales de la modernidad: el Estado, los tribunales que administran el derecho, los parlamentos legislativos, las diversas administraciones ministeriales del poder ejecutivo en todos los niveles de gobierno, nacidos ya bajo la égida y la lógica colonial, responden de forma casi absoluta al imperio del capital transnacional.

Es muy triste lo que escuchamos aquí porque nos damos cuenta que lo que vivimos unos, sucede en muchos lugares. Las empresas mineras, acaban con toda la vida a su paso. Nos matan a nuestros hijos, desaparecen a nuestros compañeros, nos persiguen y enjuician injustamente.

Nos duele que el extractivismo minero y otros megaproyectos sean considerados de interés nacional, ignorando, invisibilizando y relegando nuestros pedidos, nuestra lucha y nuestros derechos. 

No solo tenemos que luchar en contra de los megaproyectos y sus gravísimos impactos, sino que también tenemos que enfrentarnos a todo un sistema estatal en nuestros países, que, en lugar de protegernos, nos violenta.

Nos persiguen e intimidan, amedrentan y nos criminalizan, para que detengamos nuestra lucha. Coludidos con las estructuras de los estados que deben garantizar nuestros derechos. No podemos acceder a la justicia, porque no podemos pagar por ella.

Las instituciones no funcionan, no sirven para los pobres, no sirve para quienes no podemos pagar ese acceso a la justicia

El extractivismo fomenta el conflicto armado Colombia, y en otros países de la región agudiza la violencia, la corrupción y la migración forzada.

A consecuencia de ello, las primitivas minas y plantaciones -que fueran la factoría esclavista de poblaciones indígenas y negras- hoy modernizadas con tecnología de última generación, se extienden por todo el Continente como verdaderos enclaves de propiedad absoluta de las empresas transnacionales. Son las dueñas que deciden la vida y la muerte. Y no hay declaración de derechos, ni principios constitucionales, ni convenios internacionales, que detenga la represión contra quienes rechazan la “bandera del progreso”.

 

Las denuncias pronunciadas por las Víctimas pueden verificarse en infinidad de páginas virtuales que dan cuenta de los conflictos territoriales provocados por empresas transnacionales en alianza con gobiernos y otros sectores de poder locales. Según esta maquinaria extractivista, quienes defienden sus territorios, son criminalizados, adquieren la categoría de “terroristas” además de ignorantes e insignificantes, o ‘no existentes’, cuando adjetivan de ‘inhóspitas’ las ‘zonas de sacrificio’ que hacen parte de los enclaves extractivistas.

En estas Tierras-Pueblos del Sur Global, no existe el derecho colectivo “al aire limpio, al agua potable, a los alimentos sanos, a un clima estable, a una biodiversidad próspera y a ecosistemas saludables”[11]. Este y la mayoría de los Derechos llamados “humanos y universales”, sólo rigen de manera efectiva entre la ciudadanía del Norte Global. Por esto, las grandes factorías extractivas y contaminantes se han trasladado: “hacen en los países menos desarrollados lo que no pueden hacer en los países que les aportan capital.”[12]

A propósito de esta realidad, consideramos oportunas las reflexiones de Boaventura de Souza Santos[13]:

El pensamiento occidental moderno es un pensamiento abismal. Éste consiste en un sistema de distinciones visibles e invisibles, las invisibles constituyen el fundamento de las visibles. Las distinciones invisibles son establecidas a través de líneas radicales que dividen la realidad social en dos universos, el universo de “este lado de la línea” y el universo del “otro lado de la línea”. La división es tal que “el otro lado de la línea” desaparece como realidad, se convierte en no existente, y de hecho es producido como no-existente. No-existente significa no existir en ninguna forma relevante o comprensible de ser. Lo que es producido como no-existente es radicalmente excluido porque se encuentra más allá del universo de lo que la concepción aceptada de inclusión considera es su otro…

Profundizando en este concepto, B. de Sousa Santos concluye que “la distinción (línea) invisible fundamental es la distinción entre sociedades metropolitanas y territorios coloniales”

Otro aporte a esta dicotomía dialéctica lo hace Yayo Herrero. En el último capítulo de una publicación española,[14] reflexionando en torno a la realidad sobreviniente a la pandemia del Covid, señala:

Hemos escuchado en estos tiempos de pandemia que la especie humana es lo peor, que es una plaga, un virus. Yo no lo creo. Los seres humanos son capaces de lo peor y de lo mejor. Guerrean pero también cooperan.

La vida que prosperó y se ha mantenido en la Tierra durante los últimos miles de millones de años es solar, cíclica, diversa, interconectada y cooperativa.

La civilización industrial es energívora, petrodependiente, vertiginosa, extractivista, homogeneizadora, generadora de residuos inabarcables y competitiva. La cultura capitalista ha construido una “normalidad” que se da de bruces con la realidad que sostiene la vida. La economía hegemónica es ecológicamente analfabeta y las subjetividades e imaginarios que promueve discurren divorciados de la realidad material del planeta. A las personas que vivimos dentro de la burbuja del progreso se nos ha olvidado que somos una especie viva.

Las realidades que describen las víctimas dan cuenta de la violencia inherente al sistema imperial y tienen su correlato en la “burbuja del progreso” de la que nos habla la autora citada. Está diseñado para sostener los privilegios y los lujos de las clases, los sectores sociales, los países que se integran en ese “lado existente de la línea abismal”.

De esta manera, el consumo ‘legal’ de droga en los países del Norte, genera y sostiene el negocio del narcotráfico que se asienta en la apropiación de tierras para la producción de materia prima, la organización mafiosa de los cárteles, la militarización de los territorios, el sometimiento o la migración forzosa de las comunidades, el agravamiento de los conflictos y la profundización de la carrera armamentista.

El consumo suntuoso de quienes viven en esa “burbuja” (consumo de lujos y de placeres) requiere –en esta parte de la línea, donde el progreso es sólo una mentira- acelerar los ritmos del extractivismo de petróleo, hidrocarburos, metales, minerales, como así también, de los nutrientes de la Tierra que producen las diversas mercancías del agronegocio y de las factorías de carne. Y cuando los mal llamados ‘recursos’ se agotan, inventan ‘tecnologías de punta’ (fracking, minería a cielo abierto, organismos genéticamente modificados, y una interminable lista de tóxicos con rótulos de fertilizantes)

Todo ello implica el desembarco –en estas latitudes- no ya de las carabelas, sino de las imponentes ‘Empresas Transnacionales’, con sus máquinas poderosas, sus ceos vestidos de gente honrada, en aviones y vehículos súper modernos, con portafolios abultados… Cuando llegan a las comunidades donde establecerán su propiedad privada –enclave- ya pactaron con quienes ocupan los sillones gubernamentales en los diferentes niveles de la organización estatal. La corrupción ya es un hecho, el principal engranaje de esta máquina de despojo y muerte que arrasará con la vida que encuentre a su paso y con quienes la defiendan. Y junto a la corrupción, la trata de personas en sus diversas formas, incluyendo la prostitución de mujeres jóvenes, adolescentes y niñas.

Son, además, esa especie “energívora y vertiginosa” que describe Yayo Herrero. El saqueo de los Bienes Comunes –denigrados a recursos de propiedad privada- exige energías de manera que no se puede calcular: agua, nutrientes, electricidad, combustibles… Y para lograrlo, con el beneplácito de las oligarquías locales, realizarán toda clase de obra: rutas, autopistas, represas hidroeléctricas, plantas termoeléctricas, parques eólicos… Que requieren, a su vez, deforestar, devastar, intervenir cuencas hídricas, matar biodiversidad, expulsar poblaciones humanas y no humanas. Como podemos leer en el informe de impacto ambiental de Alumbrera[15], la explotación minera causará “disminución de cuencas hídricas, depresión de acuíferos, reducción del caudal de los ríos, alteraciones en la calidad del agua y el aire, destrucción de hábitats, afectación de la flora y la fauna”; todo ello, de manera irreversible y a perpetuidad. Palabra de empresa transnacional.

En la actualidad, cuando los límites del Planeta son evidentes y las crisis climática y energética resultan innegables, este capitalismo –siempre depredador- está instalando la “necesidad de la transición energética”, el “reemplazo de los combustibles fósiles por energías renovables”. Con esas banderas enarboladas, vienen por el litio, el cobalto, las tierras raras, el carbono, el hidrógeno verde… sin abandonar el cobre, molibdeno, coltán, carbón, hierro, oro, plata…

Sólo para seguir acumulando poder y dinero, ocultarán en el Norte Global, que, para fabricar los vehículos eléctricos (que tranquilizarán las conciencias de las sociedades opulentas) arrasarán con la vida de comunidades humanas y no humanas en los territorios coloniales. De nuevo, ampliando la brecha de la línea abismal: allá, consumiendo bienes suntuarios; aquí, soportando la muerte.

A esta altura nos preguntamos: ¿Por qué llegamos a este estado de situación? ¿Puede ser tan fuerte la pulsión de la ambición entre quienes toman las últimas decisiones políticas? O, ¿qué les impide ver, oír, comprender…? ¿Es que no han sido suficientes las múltiples críticas que resonaran en “El Moderno Sistema Mundo”[16], ya desde el siglo XIX?[17] ¿O las drásticas conclusiones del informe Los límites del crecimiento (1972) emitido por el grupo de científicos convocados por el Club de Roma en 1968?

¿Qué les impulsa a aprovechar cada situación de crisis para acrecentar sus ganancias? (Por ejemplo: la generación de la impúdica deuda externa tras la crisis del petróleo; o la llamada “revolución verde” de cara a la provocada hambruna mundial; o el desarrollo de la industria y el comercio farmacológico, que tienen en la actual pandemia la muestra más obscena de hipócrita inmoralidad; o el hecho de que empresas extractivas como la VALE, en Brasil, aumenten sus réditos en las cotización de sus acciones a propósito de los dos terribles crímenes perpetrados en Mariana [05-11-2015] y en Brumadhino [25-01-2019])

¿Es que la ambición les domina y les ha despojado la dignidad y hasta la misma condición humana? ¿Han perdido irremediablemente la sensibilidad? ¿No sienten la muerte que provocan?

Algo de esto debe ocurrir. Es la única manera de explicar que, mientras gozan de indolente tolerancia a la ganancia injustamente acumulada; mientras dilapidan los frutos de sus rapiñas, sostienen con astuto ingenio esta necro-economía, esta necro-política.

Como dicen Yayo Herrero y Horacio Machado Aráoz en los escritos citados:

No nos encontramos ante el suicidio de la humanidad sino ante el asesinato de mucha vida a manos de una parte de la humanidad

Se trata de la primera y única guerra verdaderamente mundial; una guerra que tiene fecha de inicio, pero que hasta ahora no ha cesado. Una guerra declarada, en primer lugar, contra las mujeres y los pueblos agro-culturales, contra las culturas así estigmatizadas como primitivas y salvajes; una guerra contra la Tierra en sí, y contra el conjunto de seres vivos, “descubiertos” y “por descubrir” en cuanto objetos mercantilizables. (Porque, en definitiva, el capitalismo es básicamente una gran máquina de “descubrir” seres vivientes y procesos biológicos, geológicos, atmosféricos y socioculturales, para transformarlos en mercancía).

Y sin embargo, éste es un Grito de Esperanza

Las Comunidades afectadas por el extractivismo en América Latina –Territorio del Abya Yala- evidencian su inviabilidad y su falacia tecnocrática de ‘sostenibilidad’. Ellas, las víctimas, están creando alternativas. Caminan las transiciones necesarias para superar esta guerra declarada.

Ellas sienten. En los territorios coloniales, de este lado de la línea abismal, existen y re-existen pueblos sobrevivientes al pretendido exterminio. Son pueblos sabios; no con sabiduría académica, sino con la sabiduría que les hace artífices de cooperación, cuidado y reciprocidad en la gran escuela de La Vida. A partir de la experiencia de desgarro y amputación que sufren sus cuerpos-territorios, tejen comunidades y territorialidades; afrontan las perversiones de la propaganda pro – extractiva; rechazan los mil modos que tienen las empresas para comprar voluntades… No sin contradicciones. No sin contramarchas en sus procesos. Tampoco sin pérdidas irreparables…

En el escenario difuso y complejo, de horror y de martirio, que configura la realidad de vida de los pueblos, reconocemos la Fuerza, Fuerza de Fe, que permite a las víctimas retejer la vida con disponibilidad incondicional al martirio.

 

El megaproyecto nos cambió la vida a las comunidades, afectó a nuestra cultura, a la soberanía alimentaria; los bosques de los que dependía nuestra vida, están siendo devastados.

El pescado del que nos alimentamos se ha ido, escasea o está lleno de metales pesados.  Piensan que nuestro río es una cloaca.

Nos duele la muerte de tantos seres humanos y también de nuestra Madre Naturaleza.  Como se mata la vida de los seres humanos, de las plantas, de los ríos y nos duele tanto.  Los proyectos mineros, nos han despojado de nuestra tierra, de nuestros cerros y montañas, de nuestros ríos.

El río, el lago, son seres con los que convivimos, en ellos habitan los espíritus que nos sanan y nos protegen. En él habita la vida que se asfixia por tanta explotación y maltrato.

Profanan nuestros lugares sagrados, los lugares que son simbólicos y de gran carga espiritual, los destruyen y los toman.

Nosotras las mujeres clamamos por justicia, no vamos a olvidar nunca: la minería mata. Al ejemplo de María, las mujeres son un símbolo de cuidado, sabiduría y coraje, delante de todo lo que observamos, vivimos y soñamos, es predominante el protagonismo femenino tanto en las acciones pastorales y sociales como en las luchas y resistencia en la minería.

Resulta una paradoja que las comunidades racializadas, humilladas, denigradas, maltratadas. Las que recibieron los estigmas de primitivas, atrasadas, ignorantes, incultas… al punto de dudarse de su condición humana. Ellas, “Las condenadas de la Tierra”[18]: mujeres y comunidades originarias, sistemáticamente vulneradas. Que sean ellas las poseedoras de una cosmovisión actualmente reivindicada por las recientes ciencias de la Cosmogénesis y de la Ecología Política.

Cuando estas nuevas disciplinas evidencian que la llamada “ciencia occidental moderna” está asentada sobre “una idea mítica, que es el antropocentrismo, cuya ideología piensa lo humano por encima de la Tierra desde una lógica de superioridad y exterioridad.”[19] Cuando nos encontramos en situación de colapso, de crisis civilizatoria, vienen a enseñarnos que Somos Tierra, Somos Agua, Somos Aire, Somos Fuego. Terráqueas y Terráqueos, de naturaleza animal, la especie humana. Que fuimos convocadas y convocados a la Fiesta – Comunidad de Vida, cuando todos los seres habían colaborado para generar las condiciones necesarias para el desarrollo de nuestra especie. Que constituimos la “Piel” de la Vida, porque se nos dotó con la capacidad de sentir, de admirar, de reverenciar, de cuidar y cultivar…

Mi pueblo fue traído en condición de esclavitud para trabajar la minería promovida por la colonización y el extractivismo, y hay que decirlo, la iglesia fue parte de esa política de muerte que nos ha dañado. Por eso celebro con alegría que ahora la iglesia esté en esta tarea de cuidar la casa grande. Eso para nosotros es un acto de reparación histórica, frente a los hechos de violencia estructural y sistemática

Escuchando a las Víctimas, y caminando con ellas, queremos pronunciar nuestro propio compromiso de participar en la transformación cultural que se nos exige con urgente radicalidad. Sentimos que no será posible resarcir el daño que nuestras iglesias –particularmente la católica- han contribuido a provocar en el largo proceso de colonización capitalista y patriarcal. Agradecemos la voz valiente de Francia Márquez, mujer afrodescendiente de Colombia, que nos decía en el encuentro de escucha:

Por otro lado, reconocemos que más allá de la ‘línea abismal’, en las geografías del Norte, habitan personas que sienten y sueñan y gestan alternativas radicales al sistema hegemónicamente impuesto. Nos congratulamos de contar con hermanos y hermanas compartiendo las mismas búsquedas, caminando las mismas luchas, construyendo horizontes que hacen posible la Vida en Abundancia y Dignidad para todos los seres, humanos y no humanos, para la Comunidad Diversa de Vida que incluye a Gaia, a nuestra Pacha, Madre Tierra.

¡Despertemos, despertemos humanidad, ya no hay tiempo! Nuestras conciencias serán sacudidas por el hecho de estar solo contemplando la autodestrucción basada en la depredación capitalista, racista y patriarcal.

En comunión fraterna con esa innumerable cantidad de personas, asociaciones y comunidades de fe de Nuestra Casa Común –la que intentamos configurar sin distinciones de líneas abismales- pronunciamos este grito que escuchamos y conmueve nuestras entrañas. Grito potente, que sintetiza todos los dolores, todas las indignaciones, todos los amores. ¿Lo oyen? Es Berta Cáceres, esa mujer indígena defensora de los sitios sagrados de su pueblo Lenca, allá en Honduras; cobardemente asesinada, se ha hecho ícono de resistencia digna y rebelde. Ella, Berta, nos reclama:

Yo era una madre, y cuando el lodo llegó, mi niño que estaba aquí, agarrado de mi mano, de solo 4 años, fue enterrado.

Nuestro grito es por la Madre tierra, esa realidad de crímenes ambientales y de homicidios colectivos nos hace recordar el evangelio según  San Mateo en el capítulo 1, versículo 18: – Oíste un grito, llanto y gran lamento deja aquel que llora a sus hijos y no quiere ser consolado porque ellos no existen más.

Y con Bruna Monalisa, sobreviviente del crimen de Brumadhino[20], Minas Gerais, Brasil, manifestamos.

 

Saludamos a la Comunidad Humana con fraterna amorosidad. Octubre-noviembre de 2021, año del Señor.

 

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[1] Alusión al “Cántico de las criaturas”, de San Francisco de Asís.

[2] Fratelli Tutti, carta encíclica del Papa Francisco, N° 1

[3] Hacer referencia

[4] Ver en http://sentipensante.red/

[5] Tomado de http://report.hdr.undp.org/es/intro.html visita de fecha 11-11-2021

[6] Publicado en

https://ri.conicet.gov.ar/bitstream/handle/11336/92283/CONICET_Digital_Nro.f0c078ea-7faf-472e-a22b-1b57cf7bd843_A.pdf?sequence=2&isAllowed=y. Con cita a Altvater, Elmar “El Capital y el Capitaloceno”. En Mundo Siglo XXI, Revista del CIECAS-IPN, N° 33, Vol. IX, 2014, pp. 5-15.

[7] Machado Aráoz, ya referido, con cita de Marx, K. El Capital, Libro 1. México: Siglo XXI; 1975 [1867], p. 638.

[8] Ibid, citando a Porto Gonçalves, C. W. Geografando nos varadouros do mundo. Brasilia: Ibama, 2003, p. 168. 39

[9] Título del libro de investigación escrito por Eduardo Galeano –escritor uruguayo- en 1971

[10] Aludimos específicamente al apartado V del Capítulo 1° de Laudato Si’, números 48 al 52.

[11] En palabras del relator especial de la ONU sobre el medio ambiente y los derechos humanos: https://news.un.org/es/story/2018/10/1444342

[12] Laudato Si, N° 51

[13] De Souza Santos, Boaventura: “Más allá del pensamiento abismal: de las líneas globales a una ecología de saberes: https://www.redbioetica.com.ar/wp-content/uploads/2018/11/Boaventura-santos.pdf

[14] https://ctxt.es/es/20200801/Firmas/33195/vida-yayo-herrero-naturaleza-pandemia-crisis-ser-humano-ecologia.htm

[15] Ver en: https://www.ecoportal.net/temas-especiales/mineria/la_alumbrera_el_caso_testigo/

[16] Aludimos a la obra fundamental de Inmanuel Wallerstein (1930-2019) publicadas en tres tomos: 1974; 1980; 1989.

[17] Sólo para citar autores del Norte, referimos a: Karl Marx (1818-1883); Rosa Luxemburgo (1871-1919); Karl Polanyi (1886-1964); Walter Benjamin (1892-1940); Hannah Arendt (1906-1975)

[18] Aludimos –parafraseando- el título del último libro escrito por Frantz Fanon, publicado en 1961 en Francia, con prólogo de Jean Paul Sartre. Se puede acceder a la obra en https://www.lahaine.org/b2-img09/fanon_condenados.pdf

[19] Tomado de reportaje a Machado Aráoz, publicado en https://enfant-terrible.info

[20] El 25 de enero de 2019, en Brumadinho, estado de Minas Gerais, sureste de Brasil, ocurrió la ruptura de una presa –dique de colas- de una mina propiedad de la minera Vale S.A. Ver el registro audiovisual realizado por la Red Iglesias y Minería en https://www.youtube.com/watch?v=f_ BzcmA3QOU&t=49s&ab_channel=RedIglesiasyMiner%C3%ADa