Un texto de: Juan López – defensor del río Guapinol en Honduras, celebrador de la Palabra y miembro de las comunidades eclesiales de base. Ha sido perseguido y amenazado por la defensa de su territorio, su lucha ha implicado victorias para la libertad de su población frente al extractivismo y megaproyectos.

 

Estamos en pleno verano 2024, es un tiempo muy sofocante dadas las altas temperaturas que se derivan del deterioro ambiental. Es por lo tanto, un momento para voltear la mirada al contexto en doble vía; primero hacia adentro de uno mismo, mirando y revisando como lleva uno la vida, haciéndome consciente de los planes, proyectos, deseos,  afectos que jalonan mis actos y relaciones. Detenerse y revisar los fenómenos mentales, cordiales y actitudinales es un deber ético para saber cómo estoy haciendo la misión encomendada por Jesús.

También hay que tirar la mirada al contexto general en que vivimos. La experiencia de los pueblos latinoamericanos en el histórico batallar por la emancipación política, social, económica, territorial y cultural deja en evidencia un enorme aprendizaje, así como la necesidad de reconceptualizar lo aprendido y vivido. La vida siempre ha estado en riesgo, en cada época hubo fenómenos que la pusieron en riesgo, pero en la nuestra, estamos descubriendo que el riesgo mayor está en la destrucción de las condiciones de vida de la tierra, en la destrucción de las fuentes hídricas, en la contaminación de las aguas y el aire, en el control territorial que los consorcios empresariales nacionales e internacionales ejercen, en las estructuras de violencia y criminalidad que esta economía extractiva produce.

La economía capitalista tiene crucificado al planeta, el grito de los pueblos amenazados resuena en los territorios y llega incluso hasta las grandes tribunas de organismos y foros internacionales. Mueren millones de especies producto de la violencia extractiva que entierra sus colmillos en los territorios, enormes cuerpos de agua colapsan por la fuerza de los monocultivos agroindustriales, y con ellos la vida humana se llena de enfermedades y muerte. El imperio tiene control de las multinacionales y los Pilatos en cada país defienden el orden, someten a los pueblos a la persecución, construyen procesos judiciales haciendo del derecho penal un instrumento de tortura, abundan los desplazamientos forzosos y los asesinatos. Hemos vivido y vivimos semejante barbaridad en Honduras.

América Latina ha sido considerada por organismos de derechos humanos internacionales uno de los continentes más peligrosos para defensores y defensoras de los territorios; Colombia, México, Chile, Brasil, Ecuador, Guatemala, Honduras, etc. son campeones en sacrificar territorios y pueblos en resistencia. El capitalismo ha enterrado sus intereses en la patria grande desde la época de la colonia, ha perfeccionado sus mecanismos de violencia y de robo hasta contar con legislación y tribunales internacionales para torturar a países y gobiernos progresistas.

En Honduras estamos despertando lentamente la necesidad de recuperar y cuidar la tierra, el agua, los bosques, el ambiente, los territorios en general. Hemos emprendido luchas en todo el país y se crispan los ánimos entre vecinos. Las empresas cooptan dirigentes que por menos de treinta monedas ponen su vida al servicio de los grandes intereses empresariales, activan junto a las empresas toda la artillera mediática y condenan a comunidades que se resisten a ceder, bajo el discurso de «oponerse al desarrollo». El extractivismo tiene sus raíces en la cultura, es un paradigma profundamente arraigado, una concepción construida por las fuerzas de la economía capitalista, más que el peso de las inversiones y la explotación de minerales, es el peso cultural que permea todo el engranaje social y gubernamental.

Dirigir bien las actividades necesarias depende de la lectura que tengamos de la realidad. Es importante entender cómo se organiza la estructura de la economía, y como organiza los instrumentos jurídicos, técnicos, mediáticos y administrativos en el proceder institucional público. Las luchas más potentes y encarnizadas de comunidades y pueblos frente a fuerzas extractivo empresariales pueden fracasar si la lectura y el reconocimiento de sus actores no se traduce en conocimiento teórico. Hace tiempo que sabemos el poder popular es la combinación de la teoría y la práctica, teorizar – actuar, actuar – teorizar, son el binomio indestructible para quebrar la estructura dominante imperial de la macroeconomía.

La estrategia de la burguesía capitalista se mantiene intacta, los movimientos sociales mostramos muy poca fuerza teórica frente a la estrategia de las empresas y los gobiernos que se ubican en la órbita de los grandes capitales extractivos. Luchar por los bienes naturales, por la soberanía territorial, cultural y ambiental en este contexto demanda una profunda fe, una esperanza inclaudicable y certeza en lo que creemos. Tal estrategia manipula incluso el lenguaje denominando «ambientalistas» a quienes dan su vida defendiendo la vida entera, es un término muy corto y hasta denigrante cuando la utopía nos mueve a transformar estructuralmente la sociedad.

Nada esta terminado, todo está por decidirse. Jesús es el referente ético que dirige este proceso de cambio, incluso pasando por la cruz, sufriendo todo el peso del odio y la criminalidad institucional imperial, se abre paso hacia otro mundo posible que está en marcha y tiene rostro de pueblos originarios, garífunas, mujeres, juventudes, comunidades que se levantan, la unidad de tan pintoresco movimiento social concentra la fuerza para transformar este orden injusto.  «que todos sean uno, como tu y yo, somos uno».