La señora Marina ha sufrido severas hemorragias por meses, en el hospital más cercano a su localidad le han pedido hacer exámenes médicos, que no se ofrecen en este centro de salud. Los aparatos médicos existentes son inservibles o no existe quién pueda manejarlos.  Le han hecho los exámenes ginecológicos rutinarios para las mujeres de su edad, pero los resultados demoran alrededor de 3 meses para llegar a sus manos. 3 meses valiosos para un diagnóstico que pudiera ser emergente. Marina tiene que juntar el dinero para irse a la capital regional a hacerse los exámenes que le han pedido. No tiene la plata, pero sí tiene un miedo terrible a lo que le puedan decir los doctores. Ya vio morir a su vecina Ximena, con una enfermedad que le producía hemorragias con olores fétidos y dolores insoportables en el vientre. Su hermana, fallecida hace 7 años, se fue apagando poco a poco, en la sala de su casa, a punta de paracetamol para la fiebre (lo único que le daban en el centro de salud) y los lavados vaginales, que le hacía su madre.

La empresa minera que actúa en su zona prometió al llegar, un mejoramiento en la calidad de vida, un hospital con atención las 24 horas y tecnología de punta.  Pero  en la realidad, Marina sabe, que si no tiene el dinero para ir a la ciudad grande más cercana, no hay opciones para ella, ni para sus pequeños hijos que no tienen con quien quedarse si ella llegara a faltar.

Marina, Ximena, María, Elodia, Mariana, la lista es interminable cuando se pregunta sobre el cáncer al útero en las zonas donde se ha extraído minerales o petróleo.  Cuando una mujer tiene esas hemorragias, el miedo se apodera de toda la familia, porque se ha visto el dolor de las otras. En el hospital, la atención indiferente y fría, quizás por reconocer la impotencia y la incapacidad de responder de mejor manera a un problema que es de salud pública en estas zonas de sacrificio.  No importa donde vive Marina, porque esta historia se repite en miles de localidades en América Latina.

En América Latina no se registras cifras oficiales de las afectaciones por el extractivismo en las mujeres

Es un secreto a  voces que las mujeres mueren y siguen muriendo con este tremendo mal, señala Gabriela Jaramillo, hija de una gran líder indígena que perdió la batalla contra esta enfermedad en la Amazonía de Perú, hace menos de un mes.  Algunas tienen diagnóstico médico, otras las sospechas por los síntomas y rasgos, en otros muchos casos, lo callan, por vergüenza, por miedo al diagnóstico, y también porque se han tejido muchos estereotipos, alrededor de las mujeres que tienen este diagnóstico.

Según el colectivo Geografía Crítica que actúa en Ecuador, las enfermedades como el cáncer se agravan con otro tipo de impactos en la salud, como el tema de la desnutrición y la anemia. Las necesidades de alimentación aumentan cuando la producción agrícola por la contaminación se ve afectada y esto impacta con más fuerza a las mujeres, que son quienes renuncian a su alimentación por mejorar las condiciones del resto de la familia.

Organizaciones de la sociedad civil como la Unión de Afectados por la Chervron Texaco y el Centro de Salud Comunitario de Orellana, ambos en la Amazonía ecuatoriana,  han registrado sistemáticamente la información de la incidencia del cáncer en zonas de derrames tóxicos por la extracción petrolera, y que no son registrados por los hospitales locales.

Después de los crímenes ambientales de Brumadinho y Mariana, en Mina Gerais, Brasil, ocasionados  por los derrames de lodo tóxicos, productos de la minería, a manos de empresa Vale, no existen registros oficiales de qué ha pasado con la salud reproductiva, de cómo las mujeres han sufrido los embates su organismo, pero, al transcurrir alrededor de 10 años de estos desastres, es posible reconocer que las mujeres tienen afectaciones que antes no existían, que los índices de enfermedades y complicaciones en la concepción y en el proceso de gestación ha sufrido cambios, afectando a la salud de las mujeres, y registrándose enfermedades como el cáncer de útero y otras complicaciones.

Los sistemas de salud no tienen capacidad de atender y dar tratamientos a diagnósticos de cáncer en territorios afectados por la minería y el petróleo

  • En la mayoría de los países de América Latina, no existen datos oficiales que visibilicen lo que se experimenta en el cuerpo de las mujeres por los impactos del extractivismo
  • El Cáncer de útero tiene índices altísimos en las zonas de contaminación minera y petrolera. Cientos de mujeres mueren al año por esta enfermedad, sin recibir tratamiento adecuado.
  • Quienes vivimos en territorios sacrificados por la minería, sabemos que el cáncer de útero es una de las afectaciones más grandes que sufren las mujeres. No hay hospitales implementados, no hay médicos especialistas, no hay medicinas, no hay tratamiento y no hay seguimiento adecuado. Si no tienes dinero para atenderte en las capitales morirás del dolor y el abandono.
  • Las promesas empresariales, que ofrecen al llegar mejoramiento en la calidad de vida en nuestros territorios, son un engaño.
  • La devastación del agua y de la tierra afecta seriamente a la seguridad alimentaria de las familias, donde las mujeres no podemos garantizar alimentos sanos a nuestros hijos
  • Sentimos angustia, ansiedad, miedo, inseguridad y dolor, pero la salud mental que es totalmente invisibilizada, cuando toda esta crisis la genera la presencia de las empresas extractivas.

Este 25 de noviembre, en conmemoración del Día por la Eliminación de la violencia contra las mujeres, desde la Red Iglesias y Minería denunciamos la situación de la salud de cientos de mujeres que viven expuestas a la contaminación, a la inseguridad alimentaria, a los elementos tóxicos a causa de la extracción minera y honramos la vida, de quienes han perdido la batalla contra el cáncer en esta lucha de resistencia por defender la vida.