A través nuestro, hablan las luchadoras y luchadores, defensores del campo y de la ciudad, comunidades indígenas y afrodescendientes, trabajadores, mujeres, migrantes. Nosotros habitamos los territorios impactados y amenazados, nosotros resistimos a este desarrollo económico basado en la explotación y el desprecio por la vida, en todas sus formas. Somos la periferia y luchamos porque queremos seguir vivos.
Somos aquellos que denuncian las invasiones de nuestros territorios, las expropiaciones y los desalojos. Somos los que luchamos contra los proyectos económicos que se nos imponen. Somos las comunidades que hemos sido violadas por empresas mineras, por la agroindustria, por los megaproyectos y los gobiernos.
En la lucha por defender nuestros territorios y nuestras vidas, somos personas perseguidas, acosadas, difamadas, agredidas y, en las peores situaciones, asesinadas y desaparecidas.
Nosotros, personas, familias y comunidades afectadas por el barro tóxico del lucro y la codicia, juntamos nuestras manos con la Casa Común y presentamos al Dios Trino del amor, a nuestra Iglesia y a toda la sociedad, nuestra alianza de vida por un Reino de justicia y paz.
Afectados y afectadas por el crimen de la Vale en Brumadinho
25 de enero de 2021
Pacto de los afectados por el crimen de la Vale en Brumadinho (11/08/2020)
Nosotros-as, personas, familias y comunidades afectadas por el lodo tóxico de la ganancia y la codicia, de la mano con la Casa Común, presentamos al Dios Trino de amor, a nuestra Iglesia y a toda la sociedad, nuestra alianza de vida por un Reino de justicia y paz.
DEL LUTO POR LA PERDIDA A LA LUCHA POR LA SUPERACIÓN
Que la inmensa ola de dolor que nos fue impuesta no nos robe la visión de que la vida es un don sagrado, que nos pide una acción vigilante y el cuidado desde una ecología integral.
Que la sangre y el recuerdo eterno de las 272 personas asesinadas sean lo suficientemente fuertes para mantenernos de pie en la lucha por la justicia y para que todas las víctimas sean encontradas.
Que a pesar de las plantaciones enterradas, los manantiales contaminados y el río Paraopeba convertido en un mar de lodo mortal, ayudemos a nuestra madre Tierra y a todos los seres hermanos que viven con nosotros aquí, a mostrar nuestra capacidad de resistencia y renacimiento.
Que las casas destruidas, con sus historias únicas, sean símbolos de indignación contra el poder perverso que destruye la libertad, la privacidad y el derecho de tantas personas a una vivienda digna.
Que nuestras lágrimas puedan regar proyectos de vida para nuestras comunidades, a partir de iniciativas y culturas locales, del centro y las periferias, de agricultores, mujeres, pueblos indígenas, quilombolas, familias sin tierra y de todas las personas invisibles a los prejuiciosos.
Que siempre divulguemos la verdad y que las mentiras sirvan solo para fecundar nuestra certeza de que nadie robará nuestra alegría y gratitud por estar del lado de la vida y del lado correcto de la historia.
Que nunca olvidemos, en medio de tantas pérdidas humanas, que todo está interconectado, que la naturaleza también nos pide una conversión ecológica.
Que las defensoras y defensores de derechos humanos y ambientales, que cuidan a nuestra gente y a la ecología, puedan actuar libremente, estén protegidos por redes de apoyo y solidaridad y no se conviertan también en víctimas de los que matan.
Que siempre estemos unidos para proteger nuestras Minas de Aguas, después de haber derramado ríos de lágrimas de nuestros ojos.
Que la claridad de que la minería destruye irreversiblemente las fuentes de agua, arroyos, ríos y mares, sea radiante y nos mantenga listos para salvar nuestra seguridad hídrica, nuestro territorio y nuestra gente.
Que seamos fieles a la memoria y que tengamos la fuerza y la sabiduría para nunca dejar de contar esta historia como realmente sucedió.
Que el dinero nunca sea motivo o razón para la división entre nosotros y que no nos dejemos comprar con las migajas de aquellos que matan.
DEL GRITO POR JUSTICIA Y REPARACIÓN
Que el grito de nuestro dolor sea escuchado por muchos, para que otras comunidades afectadas y amenazadas, blancos de megaproyectos que corrompen a gobiernos y no respetan a las personas, no se dejen comprar por propuestas ilusorias.
Que Brumadinho no sea tratado sólo como un caso local, sino como un testimonio mundial, para que nadie, en ningún lugar del mundo, pase por el horror que estamos viviendo después de la tragedia-crimen de la Vale.
Que nuestros ojos vean nuevas posibilidades y caminos alternativos, para que el discurso de la minero-dependencia deje de tenernos esclavizados y deje de matarnos a diario.
Que los culpables rindan cuentas por sus crímenes y que otras ciudades y vidas se salven de los sacrificios causados por multinacionales, como Vale, que toman nuestra riqueza y dejan pérdidas y daños irreversibles.
Que ningún derecho sea abandonado, que los poderosos devuelvan las riquezas y que todos busquemos un estilo de vida alineado con el bienestar colectivo.
Que se garantice el derecho a la información completa y a la transparencia sobre los grandes proyectos extractivos, porque ellos no pueden privarnos de la capacidad de pensar juntos sobre la calidad y la sostenibilidad de nuestro presente y nuestro futuro.
Que la autodeterminación de los pueblos prevalezca ante tantas violaciones, siempre reconociendo su derecho a decir no a iniciativas que no les son favorables.
Que nuestros territorios sean completamente restaurados, recuperados y reparados, aunque sabemos que hay pérdidas irreparables que, desafortunadamente, se convierten en traumas perpetuos.
Que los organismos competentes apliquen normas universales vinculantes y sanciones para cualquier violación de los derechos humanos y que ninguna empresa esté exenta de rendir cuentas al mundo sobre los resultados de sus actividades y sus cadenas de producción.
Que las montañas, los bosques y las aguas que aún tenemos permanezcan totalmente preservados, para que sea posible la recuperación socioambiental de nuestro territorio.
Que las autoridades entiendan definitivamente que el problema radica no solo en la falta de estabilidad de las presas de relaves y en el riesgo de otras rupturas, sino especialmente en el modelo minero que se practica en Brasil y en el mundo.
Que nuestro dolor haga eco en todo el planeta e impulse un cambio radical en el sector minero.
DE LA ESPERANZA, LA FE Y EL AMOR QUE NOS MUEVEN
Que sepamos cómo vivir como hermanos y hermanas, reconociendo, en nosotros mismos y en los demás, razones para resistir en la Unidad Común, deshaciéndonos de todo egoísmo que destruya la vida.
Que el deseo de alzar nuestras voces para dar nuestro testimonio en el mundo, asumiendo nuestra misión cristiana de ser sal de la tierra y luz del mundo, supere el miedo a la persecución y al silencio impuesto por las estrategias que quieren restringir y descalificar nuestra expresión.
Que nunca nos falte el brillo en nuestros ojos y la luz del Espíritu Santo, para que podamos construir, en comunidades eclesiales misioneras, una Iglesia sin prejuicios en la que nuestra única arma sea Proclamar la Palabra que nos enseña a tener fe, esperanza y caridad.
Que podamos aprender a ver a Dios en todas partes y en todas las criaturas, especialmente en aquellas que claman por no extinguirse.
Que la pureza de las aguas continúe fluyendo a través de las montañas y a través de nuestros cuerpos y nos impulse en el trabajo de defender lo más preciado y esencial para la vida, que son las fuentes que sacian nuestra sed y nos bañan, en el bautismo, por la gracia de Cristo.
Que se celebre y guarde, en registros oficiales o en el corazón, cualquier iniciativa para la autonomía local y el fortalecimiento de la comunidad, como la única forma de combatir cualquier arrogancia de quienes se consideran dueños del mundo.
Que nunca dejemos de honrar el testimonio de los que, hace mucho tiempo, sienten los efectos de la minería depredadora e irresponsable y donan sus vidas para alertar a la sociedad sobre esos peligros.
Que nuestro duelo sea un verbo de esperanza y una palabra de resignificación, para que nada esté por encima de nosotros, desvalorando el protagonismo de todos los afectados.
Que el amor, impreso en nuestros corazones por la gracia de Jesucristo, sea estampado en nuestros rostros y en nuestras banderas, como una identidad fecunda que nos impulsa a enfrentar la persecución y vencer cualquier maldad.
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