La red latinoamericana Iglesias y Minería, luego de un proceso de profunda reflexión de la mano de las vivencias territoriales y el acompañamiento a los pueblos martirizados por el extractivismo y la desigualdad, emite un posicionamiento sobre la agenda de la llamada «transición energética» y sus impactos en las víctimas y los territorios. 

 

POSICIONAMIENTO SOBRE TRANSICIONES ENERGÉTICAS

La Red Iglesias y Minería es una red ecuménica, conformada por comunidades cristianas, organizaciones de fe, organizaciones populares y pueblos indígenas, que enfrentan al modelo extractivista minero. En esta situación de colapso climático, tenemos consciencia de la urgencia de retirar los combustibles fósiles de la matriz energética actual y de los sistemas de transporte. Pero, con este documento, queremos alertar sobre la ambigüedad y las amenazas de las llamadas “transiciones energéticas”.  

La “transición” hacia una economía llamada “verde” exige un suministro constante y creciente de minerales críticos esenciales para promover la energía, los vehículos eléctricos, la transición digital, otras innovaciones tecnológicas y militares necesarias para su sostenibilidad, seguridad y mantener un tipo de “progreso” que favorece al Norte Global, pequeñas élites del Sur Global y China. Sin embargo, lo que llaman “energía limpia” causa una degradación ambiental significativa en el Sur Global, convirtiendo la mayor parte de la geografía mundial en territorios en disputa. 

Recogiendo los sufrimientos y resistencias de los pueblos y territorios de América Latina impactados por la actividad minera, reconocemos que la transición energética se impone para sostener el modelo de desarrollo neoliberal extractivista y los niveles de consumo de los países y poblaciones de mayores ingresos, a costa del despojo territorial, la pérdida de vidas humanas, de biodiversidad, de ecosistemas y de fuentes de agua. Todo ello es consecuencia de un colonialismo histórico aún vigente en nuestros países. Por ello, sentimos la necesidad de pronunciarnos frente a las falsas soluciones que se presentan para hacer frente a la crisis climática.

 

La transición energética: una nueva agenda de imposición neo colonial que no transforma estructuras de desigualdad.

Cuestionamos la imposición en la agenda global de la llamada “transición energética”, propuesta por corporaciones, empresas y gobiernos, desde la perspectiva del Norte Global, ya que se centra en la mitigación del carbono y en la necesidad de la descarbonización, pero ignora la urgencia de una transformación sistémica más amplia. En realidad, solo busca rediseñar el capitalismo como «verde». El modelo neoliberal extractivista no busca superar la desigualdad en el acceso, la distribución y el consumo de los pueblos indígenas u originarios y poblaciones empobrecidas  y de mayor vulnerabilidad. 

Por ello, como Red, consideramos que no podemos hablar de “transiciones” que solo plantean cambios dentro del modelo, debemos hablar de una verdadera “transformación”, que plantee modificaciones estructurales hacia un cambio de modelo.  

La estrategia de la agenda de “transición energética” prioriza la estabilidad económica de sus propios intereses, buscando el dominio y el suministro seguro de minerales críticos esenciales para industrias como la tecnología, la manufactura, la industria militar y la energía en el Norte Global. Los esfuerzos del Norte para mitigar el cambio climático revelan una alta dependencia del consumo de energía y su papel destacado en la implementación de tecnologías supuestamente de baja emisión, mientras que gran parte de la extracción de estos bienes comunes (llamados recursos esenciales por el capitalismo) y sus impactos ocurren en el Sur Global.

Es urgente y un deber ético  romper el mito de la “energía limpia” porque no lo es: desde la extracción de los metales críticos hasta la fabricación e instalación de los artefactos captadores y almacenadores de energía, los territorios se contaminan y depredan a perpetuidad. 

Y a su vez porque no tenemos energía suficiente para este modelo, ni tenemos bienes comunes suficientes para las “transiciones” que se nos imponen. Por ello, debemos repensar la relación con la naturaleza como elemento vital de nuestra casa común, no como “recurso”, y con los pueblos ancestrales que la habitan, que han logrado mantener una relación fraterna con ella, que es la que necesitamos recuperar. 

 

Territorios en el Sur Global siguen siendo víctimas del despojo, violencia y violaciones de derechos.

Los impactos ambientales y las violaciones de derechos humanos, criminalización, corrupción y crimen organizado están intrínsecamente asociados a la extracción de minerales como cobre, litio, cobalto y las llamadas tierras raras y afectan los territorios de los pueblos entregados por los Estados a las empresas mineras. Todo ocurre en un contexto de profunda ilegitimidad e impactando de modo exacerbado en la vida de las mujeres que padecen en sus cuerpos los flagelos ambientales y sociales que estos proyectos de muerte traen consigo.

La falta de evaluación del ciclo de vida en la electrificación de sectores como el transporte, y la ausencia de infraestructura para gestionar la eliminación de materiales, plantea nuevas preocupaciones ambientales. A esto se suman las campañas de desinformación o incluso engañosas sobre la realidad de la minería, que promueven falsas soluciones climáticas y minimizan sus impactos sobre los derechos humanos, el ambiente y la crisis climática.  

La llamada “necesaria transición climática” se usa para justificar más explotación minera, la necesidad de zonas de sacrificio, buscando “acaparar” los territorios desde el Estado. Los gobiernos de turno generan un andamiaje legal que beneficia solo a las empresas mineras y al relato de generación de supuestas “energías limpias”, que solo favorecen el extractivismo y las “transiciones”, agudizando el cambio climático con el consecuente cambio de uso de los suelos.  

Por todo ello, es importante superar la implementación de acciones neocoloniales en la política climática, tales como el aumento del control sobre los bienes comunes de la naturaleza (mal llamados recursos) en el Sur Global, el desplazamiento y la alteración de los ecosistemas. 

Estamos ante un gran desafío en relación con la crisis climática, y uno de los caminos a seguir para enfrentarla es desmantelar las narrativas de las falsas soluciones de las “transiciones energéticas”, que no consideran la cuestión climática desde una perspectiva integral. Es necesario abrir el debate sobre la solución de temas estructurales para abordar de manera holística las diversas crisis que vivimos que agudizan la cuestión climática, de lo contrario seguiremos en lo mismo. Para ello es necesario hablar de “Transformaciones socioecológicas, políticas y culturales”, “no globales, sino universales”, como ha planteado el Papa Francisco a los movimientos populares.

Ninguna transformación puede gestarse a partir de  un proyecto “globalizante” impuesto desde el Norte Global -incluída China, para su propio beneficio-, al resto de la población mundial, desconociendo la forma de habitar los territorios de los pueblos indígenas, que se ven obligados a convivir con proyectos de muerte, que invisibilizan la cultura, la cosmovisión y la identidad de los Pueblos del Sur Global. 

Esto es lo que ocurre  con las “transiciones energéticas” que aprovechan la necesaria y urgente atención a la cuestión climática, para convertirla en una oportunidad de negocio,  generando mayor extractivismo minero, zonas de sacrificio y con ello la agudización de la crisis  climática, lo que no importa una solución.

 

Buscar respuestas estructurales junto a las comunidades que promueven alternativas al desarrollo capitalista.

Se trata también,  de una disputa cultural, donde la narrativa del modelo neocolonial del progreso, del desarrollo, de la prosperidad, busca imponerse sobre la forma de vida de los pueblos tradicionales, de sus relaciones espirituales y sus modos de vida alternativos al modelo de consumo imperante.

Es necesario que estos procesos sean “universales” como los derechos: de todas y todos, para todas y todos, y sobre todo “con todas y todos”. Toda transformación de estructuras necesita venir desde la escucha de aquellas comunidades que luchan contra la expansión del capitalismo en sus territorios y que se ven arrasadas por ésta. 

Son fundamentales los agentes de cambio que buscan el bien común y el buen vivir, y que requieren fortalecer sus redes para promover la necesaria transformación con sus alternativas al desarrollo, con sus saberes.  Desde el Sur Global junto a los afectados que también se encuentran en el Norte Global, priorizando vivir una vida con “sobriedad feliz”  a la que nos llama el  Papa Francisco en la Encíclica Laudato Sí, con énfasis en el Norte Global. 

Son necesarios enfoques amplios que cuestionen el sistema económico y busquen soluciones colectivas centradas en los derechos humanos y de la naturaleza. Es necesario superar el interés estratégico del Norte Global, que busca mantener un suministro confiable de materias primas para apoyar su control sobre la innovación y el progreso tecnológico al servicio de sus objetivos y estilo de vida. 

Los organismos multilaterales y los países de origen de las empresas en el Norte Global, inciden en la modificación de los marcos normativos en el sur global para facilitar la extracción minera para favorecer la demanda de la transición energética.

 

Para enfrentar estos desafíos, es fundamental una colaboración global dentro de un multilateralismo desde las bases, con los Pueblos Indígenas y Originarios, Comunidades Tradicionales, Campesinas y Periféricas, Comunidades de Fe, Movimientos Sociales, ONGs y Academia, dentro del sentir de las luchas y experiencias del Sur Global.

En resumen, la Red de Iglesias y Minería y sus miembros, en diálogo con los movimientos, organizaciones sociales, pueblos indígenas y ancestrales desde sus territorios y la academia, apoyan activamente la construcción de un cambio hacia una economía post-extractivista, que se aleje de la reconfiguración del capitalismo como “verde’ y de la dependencia de la extracción de bienes comunes como la minería y el petróleo. Esta transformación requiere cambios estructurales, económicos, culturales, políticas sostenibles con amplia participación social e instituciones que respeten los límites y ciclos de la naturaleza, con redistribución de la riqueza y combate de las desigualdades. 

Asimismo, ello requiere la promoción de alternativas desde los saberes y prácticas ancestrales, como la agroecología y la agricultura familiar, el turismo responsable y comunitario, la producción local, la democracia de base y el conocimiento, alineados con los principios del “Buen Vivir”, cuyos valores están arraigados en las culturas indígenas y sus cosmovisiones, la diversidad ecológica, social y cultural.

Además aprendemos que los conflictos con la minería resaltan la necesidad de considerar la importancia de los territorios. Las Iglesias, en muchos lugares, junto con movimientos sociales y comunidades, apoyan el establecimiento de “Territorios Libres de Minería», donde se lucha por el “Derecho a Decir No”, para rechazar las actividades extractivas que destruyen su tierra, cultura, vidas y medio ambiente.

Y es por eso que desde la Red asumimos la perspectiva y cosmovisión de los pueblos ancestrales: la filiación universal fundada en reconocer Madre a la Tierra = Pachamama. Donde la Energía es principio de vida gratuitamente ofrecido y compartido a través de los procesos de fotosíntesis, de cultivo, de engendrar, parir, cuidar y criar la vida, humana y no humana. Pensar y sentir la energía en clave de amor y don fundante, nos responsabiliza como especie: se nos convoca a despertar la dimensión espiritual que nos hace sensibles a la solidarida, la justicia y la fraternidad.

Como Red y en fidelidad a nuestra trayectoria, seguimos esperanzados en retroalimentar nuestras reflexiones en un tema que nos desafía por su complejidad y alcance intergeneracional. 

 

RED IGLESIAS Y MINERÍA