Una de las actividades programadas en el Foro Social Temático sobre Minería y Extractivismo, a realizarse en Johannesburgo (Sudáfrica), del 11 al 15 de noviembre, será analizar la factibilidad de implementar una campaña mundial orientada a lograr la DESINVERSIÓN en proyectos mineros. Una campaña dirigida a personas, empresas y entidades de las iglesias que invierten sus recursos económicos en el sector minero sin tomar en cuenta que la minería es una actividad que históricamente se ha caracterizado por depredar la naturaleza y violentar los derechos de las personas y comunidades.
Latinoamérica: El saqueo de ayer y de hoy
Los territorios Latinoamericanos, bajo la cosmovisión de los pueblos originarios con su gente incluida, vienen atravesando desde la conquista hasta el presente situaciones de despojo de los bienes del subsuelo y avasallamiento de su autonomía.
Pareciera que el saqueo de que fueron objeto desde el siglo XV formara parte de los libros de historia y que los crímenes cometidos se saldaron con el paso del tiempo, la creación de los Estados modernos y en algunos casos con el reconocimiento de la pluriculturalidad.
Lejos de esa mirada romántica que nos proponen algunos historiadores, el continente americano sigue padeciendo los embates de un modelo que ubica al territorio en su conjunto como productor de materias primas para abastecer los mercados de los países industrializados y generador de mano de obra a bajo costo, esto es el resultado de las políticas que se imponen desde los organismos multilaterales de crédito y los gobiernos locales acceden para mantener el orden establecido.
En el caso puntual de la minería de oro, no fue suficiente para el capital todo lo extraído por siglos, la historia de saqueo tiene su correlato en la actualidad a través de empresas de capitales europeos, chinos pero fundamentalmente canadienses y de Estados Unidos que bajo la consigna de “nueva minería” o “desarrollo sostenible” se instalan en las poblaciones, reemplazan el rol de los Estados y frente a la retirada de los mismos en la cobertura de las necesidades básicas de los habitantes imponen la realización de sus emprendimientos.
Las poblaciones frente a estas situaciones de desprotección en muchas ocasiones han aceptado el “discurso” de las empresas foráneas y han visto con el correr del tiempo que solo era una reedición de los “espejos de colores” que se ofrecían como moneda de cambio en la época de la conquista.
La propuesta que hacen las empresas es: Mejora de las condiciones de vida a través de la oferta laboral directa e indirecta y desarrollo de los proyectos en un supuesto marco de cuidado del medioambiente y estrictas normas internacionales que amparan su accionar.
A la luz de los acontecimientos, el resultado dista de la propuesta inicial ya que quienes han accedido vieron que no existe tal desarrollo sostenible y se utilizan múltiples mecanismos para cooptar a diversos actores sociales y gubernamentales de modo que consiguen silencio frente a las violaciones de los derechos socio-ambientales.
América Latina cuenta con un largo historial de desastres ambientales y pérdida de vidas y diversidad a causa de ellos. En San Juan, Argentina, en septiembre de 2015 se produjo un derrame de millones de litros de solución cianurada a los ríos de la zona desde la mina Veladero propiedad de Barrick y Shandong Gold. Los vecinos fueron alertados de la situación por un operario de la mina que avisó a su familia residente en el poblado de Jáchal, allí se activaron mecanismos de alerta generados por los propios vecinos sin la participación del Estado ni empresa hasta que la situación tomó trascendencia en los medios de comunicación. Otro hecho reciente ocurrió en la comunidad de Bento Rodrigues en el Estado de Mina Gerais, Brasil. A raíz de la rotura de dos diques de relaves de la empresa Samarco cargados de sustancias tóxicas se derramaron cerca de 55 millones de metros cúbicos lo que generó una riada que arrasó con la población, perdieron la vida 19 personas y los desechos mineros llegaron al Atlántico recorriendo casi 700 km, envenenando el agua de los ríos y las poblaciones adyacentes.
Desarrollo sostenible y cómo siguen vigentes los espejos de colores
Las comunidades en todos los rincones del continente han ido tomando conciencia de la grave crisis socio-ambiental que atravesamos como humanidad y en este sentido se han organizado para defender los territorios, la vida que contienen en forma integral.
Como resultado de la discusión colectiva y los aportes de diversas organizaciones muchas de ellas vinculadas a las Iglesias se apuesta a revertir esta situación que se ha tornado insostenible y es a todas luces incompatible con el equilibrio que necesitamos para desarrollarnos de forma sustentable.
En este sentido, desde el año 2013 la Red de Iglesias y Minería, conformada por una multiplicidad de organizaciones y agentes pastorales que desarrollan su actividad en territorio, se propone articular las iniciativas de resistencia, generar una amplia red de comunicación y difusión de las herramientas disponibles y de las violaciones a los derechos socio-ambientales que ocurren de forma permanente por parte de las corporaciones y los Estados. También se aspira a generar incidencia en ámbitos que resultarían inalcanzables para las comunidades por si solas ya que la disponibilidad de recursos con que cuentan las empresas le permite articular con las esferas donde se toman las decisiones de manera cómoda.
Ya en el Documento de Aparecida, los Cristianos fuimos llamados a observar con especial cuidado que: “en las intervenciones sobre los recursos naturales no predominen los intereses de grupos económicos que arrasan irracionalmente las fuentes de vida” (DA471) y en la Encíclica Laudato Sí del Papa Francisco nos llama a “no dejar de reconocer que un verdadero planteo ecológico se convierte siempre en un planteo social, que debe integrar la justicia en las discusiones sobre el ambiente, para escuchar tanto el clamor de la tierra como el clamor de los pobres” (LS 49). Todos estos planteos que surgen como gritos desesperados de las comunidades y la tierra que habitamos han sido recientemente recogidos en la Carta Pastoral: “Discípulos misioneros custodios de la Casa Común” publicada por el CELAM. Allí encontramos las pistas que nos permiten dilucidar la grave crisis que atraviesa nuestra Madre Tierra y qué posicionamiento debemos tomar los cristianos para preservar la continuidad de toda la Creación.
Una herramienta creativa para enfrentar al “Goliat” de estos tiempos
Frente a la voracidad del capital y la disponibilidad de recursos económicos para contrarrestar las voces de quienes se oponen a estos proyectos de muerte, se requieren herramientas que logren tocar puntos sensibles de las empresas a nivel global. Para ello desde la Red de Iglesias y Minería propone implementar una “Campaña de Desinversión” que apunta a cuestionar la ética de las empresas y la honestidad de su producción de modo que se genere una evaluación pública, política y financiera negativa de tales inversiones.
Para ello es necesario visibilizar los efectos nocivos no solo en el ambiente sino también las graves violaciones de los derechos de autodeterminación de los pueblos, la salud de las personas y la Casa Común.
Contrarrestar el discurso de “Responsabilidad Social Empresarial” con que desembarcan en las comunidades. Contrarrestarlo desde la articulación entre los afectados, ciudadanos que ya han tomado conciencia de los efectos devastadores de tal actividad.
En este sentido, se apunta a las organizaciones de Iglesias y otros actores que dejan en manos de terceros sus fondos, pero no tienen total conocimiento del destino de las inversiones. El objetivo central es demostrar el accionar de las corporaciones en el territorio, invitando a realizar inversiones éticas y responsables socialmente que contribuyan a la tarea inmensa que miles de ciudadanos desarrollan en defensa de los Bienes de la Creación.
Mostrar la realidad, crear alianzas, disputar las narrativas que ofrecen las corporaciones y desinvertir, son los pasos de ésta herramienta surgida de la experiencia que debiéramos asumir como propia los cristianos.
Por Claudia Andrea Huircán,Red Iglesias y Minería, Johannesburgo