El encuentro fraterno de Obispos de América Latina que acompañan territorios martirizados por la minería, empezó con un compartir de reflexiones desde los participantes sobre el camino pastoral que les ha llevado a comprometerse con las causas de la Casa Común, sobre los procesos de conversión,  la opción que se ha hecho al servicio de las comunidades que sufren estos impactos y las decisiones en defensa de la Creación,  situaciones que muchas veces han implicado soledades.

Desde Perú, uno de los obispos presentes comparte, que es imposible, no optar por las comunidades afectadas,, cuando se escucha  los testimonios de las víctimas de esta contaminación y despojo extractivista «los niños se quedan con el plomo en la sangre, ante estas injusticias uno no puede quedarse insensible«. Desde Brasil, el ser testigo y tener que afrontar una catástrofe, como la acontecida en Mina Gerais, que dejó centenares de muertos y desaparecidos,  ha provocado una nueva forma de ser obispo y una profunda conversión, con una opción clara, por las víctimas del sistema extractivo minero.

Las comunidades indígenas y campesinas llaman a la conversión

Para muchos de los obispos presentes, su proceso de afirmación y conversión ha venido de la mano de la cercanía con  las comunidades indígenas y campesinas que les han enseñado el camino, desde su forma de relacionarse con la Madre Tierra,  «las comunidades indígenas a la hora de defender su territorio lo hacen hasta dar su vida».

En esta primera jornada también se ha analizado el contexto minero de América Latina, los intereses en torno a los que se comportan las empresas y los estados, y cómo las comunidades y el Iglesia están presentes en este escenario.

«Hay personas que no acaban de entender la actitud del monstruo que se nos viene encima«, «el tema de la minería es como un pulpo que tiene en la cabeza el excremento pero que mete sus tentáculos en todas partes«, son expresiones mencionadas por los obispos, que reflejan la magnitud de la situación que se vive y que a su paso deja los niveles de violencia más extremos para defensores y defensoras ambientales que se vive en el mundo, según el último informe de Global Witness, que además menciona que América Latina es el territorio más violento para defender la naturaleza y que la mayor cantidad de situaciones violentas en materia de Derechos Humanos, están relacionadas con conflictos socio ambientales y minería.

Los líderes religiosos han reflexionado también sobre el desafío que supone para la Iglesia este compromiso por caminar con las comunidades afectadas. Muchos coinciden en que una de las más importantes tareas consiste en algo que la Iglesia ha venido haciendo por años: fortalecer las capacidades críticas, políticas, de compromiso social y cristiano de los pueblos, de las bases. Formar liderazgos capaces de enfrentar a empresas, a grandes capitales con legitimidad y transparencia.  «El desarrollo se construye con la organización» menciona uno de los presente venido desde Ecuador, aduciendo que esta es una de las respuestas que se debe dar desde la Iglesia, fortalecer los tejidos organizativos, «debemos seguir formando líderes valientes y fuertes que no se dejen robar la conciencia».

La minería busca acercarse a la Iglesia

Otro de los puntos importantes, son las respuestas concretas y sistemáticas que se dan desde la Iglesia que sostienen los discursos en acciones coherentes como  por ejemplo, el desligarse de beneficios económicos provenientes de las empresas que destruyen la vida y violan los derechos: «no recibir nada de las petroleras y de las mineras, no queremos dinero de ellos». La minería intenta generar dependencia y «no puedo perder mi voz, por eso no acepto negociar con la minería».

Reconocen que uno de las estrategias que utilizan las empresas, al llegar a los territorios para  imponer su agenda, es acercarse a la Iglesia, y que ello, es muy delicado, porque la Iglesia local es un referente, es un lugar donde la gente se orienta y se guía, por ello, no se puede no tomar una opción, por quienes sufren los impactos y quienes salen perdiendo de todo el proceso: «no podemos convertir la religión en adormecimiento de la conciencia, la gente debe sentir nuestra presencia y nuestras palabras» llama uno de los obispos anfitriones.

Para los obispos presentes, este encuentro es también un espacio de intercambiar, reflexionar juntos y «compartir a carga» y comparte que «no se puede pensar en una defensa ecológica si no va unida a los territorios«.

Los obispos presentes, agradecen la Carta de aliento, enviada por el Dicasterio que saluda al evento que se está llevando a cabo, y llaman que las más altas estructuras de la Iglesia reflexione y profundice sobre cómo estar presente con las comunidades «necesitamos que la santa sede esté presente acompañando a nuestro pueblo en estas luchas y que nuestros discursos se vuelven absurdos si no estamos con la gente«.

Estas reflexiones e intercambios iniciales, han sido fundamentales, para que los obispos presentes, sientan la cercanía entre hermanos y cómo el escenario tan violento se repite, en América Latina, así como analizar estrategias comunes, que fortalecen la opción hecha para la defensa del futuro y las siguientes generaciones.