“Vosotros, si algo estáis haciendo, a lo mejor no os dais cuenta, es ayudarnos a ver, de forma nueva, la obra de Dios que vive en medio de la naturaleza. Una obra que con vosotros aporta un significado nuevo y una forma de situarse nueva, porque aportáis, como hemos escuchado la voz de la tierra, la voz de los ríos, la voz de los campos, la voz de las selvas y de tantas comunidades y pueblos que allí viven.

Mons. José Cobo, en el día de la Virgen de los Dolores 2023

 

Sean bienvenidos a esta catedral que quiere recoger en primer lugar esta tarea de siembra de esta Caravana Latinoamericana.

(La Caravana Latinoamericana por la Ecología Integral, es una iniciativa de la Red Iglesias y Minería, con el apoyo de organizaciones de la Iglesia Católica en Europa, para escuchar las voces de los territorios que sufren a causa de la economía extractivista y propone alternativas como la desinversión en minería.)

Hoy es bonito que nos reunamos en esta catedral, el corazón de la diócesis, a los pies de la Virgen de la Almudena, que es la patrona de Madrid, en un día muy especial donde la liturgia nos pone delante a la madre que vive la fecundidad de ser madre recogiendo al hijo. Y no recogiendo lo que aparentemente es más espectacular, sino los dolores. Acoger los dolores, abrazar los dolores y allí contemplar el misterio de la fecundidad de Dios, allí donde muchos solamente ven muerte y muchos solo ven fracaso.

Por eso, este es un buen momento, y la liturgia hoy nos invita a situarnos en ese lugar y agradecer a todos los que como vosotros miramos a la madre y en sus ojos nos reflejamos y ponemos en sus manos todas estas tareas. De ser puentes, en definitiva, para acoger los dolores y las voces, que como hemos escuchado hace un rato, los dolores y las voces de esas comunidades que ponen voz no solo a su dolor, sino a un dolor más alto, el dolor de la creación, de la tierra. Una voz que denuncia y que clama. Pero, que no solo se queda allí, como la fecundidad de María, sino que se convierte, como la de ella, en esperanza y resistencia.

Por ello, les agradecemos un montón y os entendemos y entendemos a María, que buscáis y queréis que busquemos juntos dialogar con el mundo y decirnos que, para realizar el plan de Dios en medio de nosotros, todos estamos entrelazados, todos intervenimos y que el dolor de unos es dolor y tarea absolutamente de todos. Por mucho que algunos quieran encapsularnos y quieran incomunicarnos.

Gracias queridos amigos por venir aquí y por ponernos, en esta vieja Europa, delante de la juventud y el misterio de la creación.

Vosotros, si algo estáis haciendo, a lo mejor no os dais cuenta, es ayudarnos a ver, de forma nueva, la obra de Dios que vive en medio de la naturaleza. Una obra que con vosotros aporta un significado nuevo y una forma de situarse nueva, porque aportáis, como hemos escuchado la voz de la tierra, la voz de los ríos, la voz de los campos, la voz de las selvas y de tantas comunidades y pueblos que allí viven y de ti respiran.

Por eso hoy, en esta Eucaristía, al estilo de María, la dolorosa, queremos recoger vuestro dolor. El dolor por la superexplotación y el dolor por el maltrato al que sometemos a la tierra en beneficio de los intereses de unos pocos.

La primera lectura de hoy, nos hablaba del don de la fe y de la suerte que tenemos de acoger la fe. Pero, inmediatamente Pablo, que sabe mucho de eso, nos dice que, si estamos dentro del misterio de Dios, todo aquel que acoge la fe acoge también una dinámica especial, la dinámica de la conversión.

Es necesario sentir que quien tiene la fe está en un camino continuo de conversión. Y el Papa Francisco, quizás también amigo de esta caravana, nos habla de que esta conversión tiene muchos matices.  Esta conversión supone acoger la fe, supone también la conversión ecológica y, que no es algo añadido, sino que brota de la fe. Y no nos olvidemos esta conversión ecológica brota de la fe y tiene que acoger a Jesucristo, porque Jesucristo acoge a todas las relaciones que el mundo nos da. Y la creación, la naturaleza es un lugar de Dios, es su obra. Y, al ser de Dios es la responsabilidad que él nos da. Eso con lleva a acoger su voz y ser protectores de la obra de Dios. Y esto, para nosotros, no es secundario o sólo para la Comisión Ecológica de la Diócesis, esto nace de la fe y esto es lo que debemos comunicar para ayudar a evangelizar a toda nuestra Iglesia.

Los frutos de una conversión, llevan a entrar en contacto con el dolor que vosotros traéis. Entonces supone acoger las voces de los que padecen y experimentan en primera línea los atentados a la casa común. Y convertirnos para escuchar su voz y para hacer nuestro su dolor.

Hemos escuchado de ciertas misiones empresariales, hemos escuchado crímenes ambientales, hemos escuchado los frutos de una minería devoradora. En esa situación estamos y hacia allí queremos también orientar nuestra conversión.

Por eso, hoy miramos a María, aquella que acoge el dolor, aquella que está al pie de la Cruz y que nos enseña a permanecer allí, aquella que no anda sola, siempre anda con los discípulos y nos ayuda a esta conversión de acoger, que no se hace solitariamente sino comunitariamente.

Por eso, no solo os agradecemos que vengáis a compartir, os agradecemos que vengáis en clave de Iglesia y en clave de unidad. Y os agradecemos que creáis profundamente en esa red de Iglesia y que seáis como esa nervatura que conecta esa red de iglesia del norte y del sur. Y que propone al mundo una visión distinta, alternativa y puramente evangélica.

Igual que María acoge el cuerpo del Hijo, nos enseñáis -como Iglesia-, a acoger el cuerpo de tantos pueblos, de tantos sacrificados y presentarlos al señor, como Esperanza. Allí tenemos que estar.