El insumo de oración que comparte la Conferencia Episcopal Española, promovido por el departamento de Ecología Integral es profundiza en la defensa de la Casa Común, como un imperativo ético y moral para todos los creyentes. Su reflexión apunta a los derechos humanos y la dignidad, como algo compartido con la creación. Ayuda a ampliar las miradas sobre la responsabilidad y compromiso que debemos encarar todos los habitantes de la Tierra para transformar un modelo económico que deja expulsados a muchos y que se sostiene en la extracción de combustibles fósiles y minerales de territorios vulnerables.
El documento recuerda el paso de la III Caravana por la Ecología Integral, en sus clamores y esperanzas, y trae en esta temporada de Adviento una reflexión sobre los derechos humanos, la dignidad humana y el cuidado de la Casa Común.
En septiembre de 2024, 9 personas de diferentes territorios afectados por la minería, han visitado España, para denunciar y hacer visible el dolor y la violencia con que se vive en territorios de donde se extrae la materia prima para sostener el modelo de vida en Europa, en la peregrinación denominada III Caravana por la Ecología Integral, que es organizada por la Red Iglesias y Minería, cada año y que ha compartido en diferentes instancias de la Iglesia de España su mensaje de denuncia, pero también de propuesta de cambiar los modelos actuales de consumo, el paradigma de desarrollo que sacrifica vidas y territorios a nombre del progreso, cuando el magisterio de Francisco nos habla de la sobriedad feliz, como una urgente respuesta a la crisis ambiental.
En el texto que citamos:
El Papa Francisco, basado en los mejores conocimientos científicos sobre el tema, señaló que «el impacto del cambio climático perjudicará, de modo creciente, las vidas y las familias de muchas personas. Sentiremos sus efectos en los ámbitos de la salud, las fuentes de trabajo, el acceso a los recursos, la vivienda, las migraciones forzadas, etc.» (Laudate Deum, 2). Hoy ya estamos padeciendo sus consecuencias en muchos territorios, incluso en alguno de los nuestros, con poblaciones vulnerables gravemente afectadas. No podemos quedarnos de brazos cruzados.
En el meollo del asunto están los combustibles fósiles (carbón, petróleo y gas) que deberían ser reemplazados progresivamente y sin demora (cf. Laudato Si’, 165). Sin embargo, hasta el momento se ha avanzado muy poco en las cumbres climáticas de la ONU, casi nueve años después del Acuerdo de París, cuando todos los países reconocieron la gravedad del problema. Es crucial que logremos pronto lo que se llama la transición ecológica, y que se lleve a cabo «en cuatro campos: la eficiencia energética, las fuentes renovables, la eliminación de los combustibles fósiles y la educación para estilos de vida menos dependientes de estos últimos»2.
La III Caravana por la Ecología Integral ha expresado que ese cambio de paradigma en el modelo energético, urgente y necesaria a la que nos convoca el Papa, debe contemplar a todas las víctimas y pueblos vulnerables en el proceso de transición.
«Sin embargo, sustituir una energía fósil por una renovable no basta para hacer justicia. Es imperativo reconocer que no hay energía completamente limpia y que los minerales raros que hoy se requieren para el almacenamiento de energías renovables están causando una nueva forma de extractivismo que, en demasiadas ocasiones, no respeta los derechos humanos, contamina suelos, cursos de agua y el aire, provoca desplazamientos forzosos de comunidades locales. Más dolor para los más vulnerables. Hermanos nuestros, que se ven afectados directamente por esta situación, dieron sus testimonios en la Conferencia Episcopal Española, durante la III Caravana Latinoamericana por la Ecología Integral, en septiembre pasado.» Menciona el documento de la Conferencia Episcopal Española.
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