Representantes del CELAM, de la CNBB, de CIDSE y de la Red Iglesias y Minería, una alianza de instituciones eclesiales que acompaña a las comunidades afectadas por la minería, hicieron un llamado a las jerarquías para asumir un mayor compromiso con las víctimas de la minería en la región, al   finalizar el “Encuentro de afectados/as por la minería en América Latina”, en Brasilia del 7 al 10 de agosto.

Según el padre Dário Bossi, “los coorganizadores y participantes del encuentro, tienen fe que este compromiso se manifieste en un mayor acercamiento con quienes sufren las consecuencias de este modelo económico de producción desenfrenada, consumismo voraz y depredación sin límites de la naturaleza. Acorde a las orientaciones de la Encíclica Laudato SI y de la Carta Pastoral del CELAM sobre Ecología Integral”.

Los diversas organizaciones, movimientos y familias religiosas de varios los países de América Latina, Estados Unidos y Alemania, convocados en Brasilia, promueven un nuevo tipo de iglesia y una nueva forma de relación con el conjunto de la Creación, privilegiando la auténtica responsabilidad humana y cristiana que promueve la justicia y la comunidad, en contraposición a una falsa responsabilidad del mundo empresarial, el desentendimiento de los Estados y la comunidad internacional sobre las graves violaciones a Derechos Humanos generados por el extractivismo minero y la acumulación desmedida excluyente.

Los participantes, inspirados en la Encíclica Laudato Si y en la Carta Pastoral sobre Ecología Integral, “Discípulos y Misioneros, Custodios de la creación” del Consejo Episcopal Latinoamericano, renovaron su misión de contribuir en la construcción de nuevas relaciones entre los seres humanos y la naturaleza como “Casa Común”, en defensa de los territorios y las comunidades afectadas.

Los presentes, condenaron la alarmante violación de los derechos humanos que ha dejado asesinatos de defensores y líderes comunitarios, a causa del actual modelo minero extractivista, sostenido y alimentado por el afán de enriquecimiento inmoral, inhumano y antinatural de las grandes corporaciones mineras transnacionales y los países de origen.

“Junto al grito de ¡socorro! de don Ireneo, un poblador de la Comunidad de Santa Rita, Paracatu, Brasil, quien lleva en su cuerpo un alto porcentaje de arsénico, como resultado de la contaminación por la mina cercana a su comunidad. Un grito desgarrador que resuena con mayor frecuencia en el continente, el Encuentro reafirmó el compromiso de denunciar estas prácticas de muerte y demandar cambios estructurales tanto en la forma abusiva, destructiva e irresponsable de un extractivismo desenfrenado, como en la tolerancia cómplice de nuestros gobiernos que niegan reiteradamente el acceso a la justicia a las víctimas, fomentando prácticas de impunidad y corrupción”, indicó el padre Bossi.

“Los proyectos extractivistas no generan procesos de vida, como nos lo quieren presentar, sino que, por lo contrario, todo lo que pasa por sus manos queda muerto, sin vida; dejando miseria, dejando hambre, dejando dolor, dejando sufrimiento, enfermedad en muchas comunidades y personas por donde pasa esta locomotora extractiva”. Afirmó, por su parte, María Victoria Acevedo Salavarrieta, religiosa de las hermanas de San Juan Evangelista, quien actualmente forma parte del equipo ejecutivo del Departamento de Justicia y Solidaridad (DEJUSOL) del CELAM.

“Por eso -enfatizó la religiosa-, una vez más debemos decir como iglesia: No a estos procesos mineros, no al extractivismo, no a la minería metálica que destruye ríos, que destruye comunidades, que contamina el aire, que afecta el cambio climático… Como Iglesia y desde el CELAM, a través de la Carta Pastoral de nuestros obispos latinoamericanos y caribeños, queremos aportar elementos de formación y reflexión, a partir de ese gran regalo que nos hizo el Papa Francisco de la Encíclica Laudato Si, desde una mirada latinoamericana”.

Finalizó sus reflexiones invocando a todas las comunidades cristianas, y de manera especial a las personas jóvenes que están en proceso de formación sacerdotal o religiosa, para que se dejan tocar por el dolor y el sufrimiento de los pueblos y de la madre tierra: “Siento que es un llamado a escuchar los clamores de la madre tierra, a formarnos, a capacitarnos y a no creer todo lo que dicen los medios de comunicación que sabemos son manipulados por parte de estas empresas extractivistas y por políticos corruptos que dañan y venden nuestras patrias… Es un llamado a que tomemos consciencia, a que indaguemos, a que nos preparemos, a que investiguemos todo lo que estos procesos agroindustriales, procesos mineros, proceso extractvistas están haciendo a nuestros continentes, a nuestras patrias, a nuestra patria pequeña, como es América Latina y El caribe”.

Moema Miranda, laica franciscana y coordinadora del encuentro, declaró a su vez que, “después de varios de días de debate, de oración, de visitas, de encuentros con las realidades más duras y más crueles, pero, también con las luchas de pueblos organizados que luchan y resisten, nos muestra un camino hacia delante de mucha construcción y de mucha esperanza”.

Me gustaría resaltar, indicó Miranda, la importancia de ese encuentro del Pueblo de Dios que se organiza, que lucha, que reza y que encuentra la presencia de Dios con una Iglesia que abre sus puertas para acoger y para ser ese espacio de auto organización popular, espacio de articulación con otras organizaciones es extremamente importante. “El valor de una iglesia que se abre, que no sólo está en salida por que va al encuentro de un pueblo que está en la lucha, sino que también se deja afectar, que se deja conmover, se deja mover y transformar por ese pueblo que entra y se adentra en sus salones cuando las puertas de hecho están abiertas para esa acogida”.