Después de este largo proceso de camino sinodal, donde hemos tratado de avanzar para buscar nuevos caminos de la Iglesia y también nuevos caminos para una ecología integral, este 12 de febrero el Papa Francisco dará a conocer su Exhortación Apostólica “Querida Amazonía” y esto nos plantea diferentes expectativas e interrogantes.

¿Qué pasará ahora? Qué nos toca, qué nos corresponde, en este caso como Red Iglesias y Minería y como organizaciones comprometidas en la defensa de la Casa Común ¿Qué tendremos que hacer nosotros con esta exhortación pastoral?

Asumir las nuevas realidades y las nuevas propuestas de Iglesia
En primer lugar, yo creo, que luego de haber vivido gran parte de este recorrido sinodal, es importante que nos demos un tiempo, para poder digerir todos estos contenidos que vienen allí y que recogen reclamos históricos de hace siglos, como es el tema del reconocimiento de los derechos de los pueblos originarios de sus tierras o de sus territorios, como es el tema del rechazo a este modelo extractivo de destrucción y de muerte, como también el tema de los laicos de las laicas, sobre todo de las mujeres en una Amazonía de rostro femenino.

Creo que asumir estas nuevas realidades y nuevas propuesta de la Iglesia, no será fácil sobre todo para los sectores conservadores de la iglesia y en este sentido nos toca a nosotros, bueno llevar ese liderazgo, recoger esas banderas que la Amazonía ha lanzado y que impulsan esta “canoa sinodal”, para abrir estos nuevos senderos, para avanzar también en esa conversión ecológica que es importante y fundamental si queremos que esta exhortación apostólica tenga esa finalidad que se requiere que es salvar la humanidad porque salvando la Amazonía, salvando su cultura, salvando su cosmovisión, salvando su biodiversidad, estamos salvando el mundo, entonces, al final es una misión plenamente evangélica, plenamente humana, que nos impulsa y nos lanza esta exhortación apostólica “Querida Amazonía” y en esa misma línea creo que es importante, que nos demos un tiempo para ver. Esta exhortación va a tener sentido, si la iglesia está abierta a la conversión.

Abrir de par en par las puertas de la Iglesia para una conversión ecológica de la iglesia
Yo recuerdo que cuando se publicó el Concilio Vaticano II, el papa Pablo VI decía: “abrir de par en par las puertas de la iglesia para que soplen nuevos aires” y ese espíritu renueve la fe la iglesia. Pues, ahora, estamos al frente a este nuevo kairós que nos implica precisamente a eso: abrir las puertas de la iglesia, botar todas aquellas ideas preconcebidas (que no significa apartarnos del dogma y tampoco de la recta doctrina de la iglesia, como se ha querido acusar al sínodo de la Amazonía y al papa Francisco, sino al contrario), implica una relectura y una actualización del evangelio y del mensaje de Jesucristo en estas realidades cotidianas.

Tenemos que avanzar hacia una conversión ecológica y una conversión ecológica de la Iglesia, porque de lo contrario no estaríamos nosotros en la capacidad de avanzar y aportar en la construcción de una nueva vida y una nueva realidad que dé respuesta a los gritos actuales de los pobres y a los gritos de la madre tierra.

Estamos viendo cómo, día a día, crecen de manera desesperante y frustrante los miles de migrantes y refugiados ecológicos que se están dando. Los crímenes contra la naturaleza contra el medio ambiente que están sucediendo con más frecuencia, y esos son los gritos de la madre tierra, esos son los gritos de Jesús, que nos dicen, aquí es necesario que la iglesia esté presente. Aquí la iglesia tiene que decir una palabra y decir “basta”. La iglesia tiene que decir “éste no es el camino que Jesús nos ha mostrado”.

Escuchar el grito de los pobres y los gritos de la tierra
El otro tema es escuchar el grito de los pobres. Los pobres nos están gritando, nos están diciendo, nos están señalando el camino –recuerdo, que Patricia Gualinga decía muchas veces durante el sínodo en Roma, nosotros queremos que la iglesia nos acompañe. No queremos que la iglesia nos represente. Nosotros queremos que la iglesia camine junto con nosotros y que sea la iglesia que asume esas luchas que nosotros y nosotras tenemos-, entonces escuchar el grito de los pobres, el grito de Dios y el grito de la madre tierra, que nos llama a poner un freno a toda esta destrucción, a todo este modelo de muerte que es el modelo extractivista que se está impulsando como modelo de desarrollo.

Reconocer a los laicos y a las laicas en la conducción de la Iglesia
Y para los laicos y las laicas ¿qué nos toca? En primer lugar, reconocer que este sínodo nos está dando un salto cualitativo al reconocer, que la mujer ha sido pues el baluarte y que ha llevado adelante la bandera de la iglesia en América Latina, que la iglesia tiene rostro de mujer y eso implica darle el papel que le corresponde a la mujer en la iglesia. Desde esta línea, nosotros esperamos que no solamente sea en lo sacramental, sino también en el tema de la conducción de la iglesia. En el tema de las decisiones fundamentales que tienen que ver con el cuidado de la casa común, porque si hay un ser humano que tiene relación estrecha e íntima con la naturaleza es la mujer. Porque la mujer nace de la tierra, vive de la tierra, vive en contacto permanente con los bienes de la naturaleza y es ella quien nos está enseñando cómo debemos de cuidarla.

Frente a eso, debemos reconocer el aporte de las valiosas mujeres que han dado a esta patria latinoamericana, comenzando por Berta Cáceres, comenzando por Máxima Acuña, por Francia Márquez y tantas otras mujeres que quizás no han sido conocidas por no ganar estos premios internacionales, pero, cada día están defendiendo la naturaleza, defendiendo la madre tierra y este papel debemos reconocerlo con suma humildad, que hemos tenido una iglesia patriarcal, una iglesia jerárquica, una iglesia verticalista y que la Amazonía nos lleva también a esta conversión de la iglesia a este nuevo papel de la iglesia, donde, la iglesia no es solamente el sacerdote o el obispo que llega a bautizar una vez al año, sino, que la iglesia se hace presente a través de los laicos y laicas. Eso tiene que ver con el tema de poder impartir los sacramentos, pero también reconocer que la voz de Dios, la presencia de Dios está en las comunidades que tratan de hacer un bien y tratan de construir un mundo mejor para todos y todas.

Respeto y diálogo con culturas originarias
Y finalmente en este mismo sentido, cómo entender la evangelización de las culturas originarias, una frase que resonó con fuerza durante el sínodo, fue que antes de la llegada de los evangelizadores a América Latina, Jesucristo ya estaba acá en estas tierras. Eso significa que Dios ha estado presente en las semillas del Verbo, como las llama el Concilio Vaticano II, es decir, en todas estas culturas, en todas las cosmovisiones que en un momento se las acusó de idólatras (inclusive un reducido grupo las atacó durante el sínodo como paganismo), pero que la Iglesia reconoce que en esas culturas ancestrales las semillas del Verbo están presente.

Entonces, debemos reconocer la presencia de Dios en cada una de estas culturas, en cada una de estas cosmovisiones. Para poder entenderlo, nosotros debemos desaprender, quitarnos de esa cultura occidental o europea que nos ha enseñado que la iglesia es sólo romana. La iglesia, si bien es cierto es una, sus expresiones y manifestaciones son diversas, están en toda la vida de los pueblos y aquí es donde es necesario entrar en ese diálogo. Y para poder dialogar, tenemos que entender a la otra y al otro y eso significa entonces, quitarnos todos los prejuicios, que como iglesia hemos ido generando en estos últimos siglos, para poder entrar como esas vasijas nuevas, que puedan recibir este nuevo mensaje, esta nueva propuesta de evangelización, esta nueva propuesta de ser iglesia aquí en la Amazonía.

Creo que éstas son algunas de las expectativas que esperamos nosotros y por eso, hoy más que nunca, decimos que este es uno de los eventos claves para la vida de la iglesia en los últimos años.

Nuestra querida Amazonía, nos llama. Nos exige actuar. El planeta nos exige actuar. La naturaleza y la casa común nos exige actuar. Ay de nosotros, si habiendo conocido ese llamado, no atendemos esas palabras que vienen de Dios, que vienen de la iglesia y esas palabras que vienen de la casa común.

Por Pedro Landa, Radio Progreso – ERIC Honduras, Red Iglesias y Minería