1. Y vio Dios que era bueno

En la narración del Génesis sobre la creación, se recupera la experiencia vital que tuvo el ser humano, hace mucho tiempo, frente a la Naturaleza cuando dejó de temerla, y de verla y sentirla, como un caos violento, salvaje, hostil. Se nos dice que, en algún momento, los “hombres” (refiriéndose a hombres y mujeres por igual-) o “adaham”, empezaron a tener una nueva forma de comprenderla y de relacionarse con ella. Entendieron que era buena, porque venía de algo mayor que es Bueno. Al relacionarse con la Tierra que consideraron su mismo origen y raíz (Adam=tierra) vieron, que ellos y ellas, también eran parte de un tejido multicolor y multi-diverso mayor, que estaban dentro de una dimensión cósmica, ya que no solo comprendía a la Tierra sino también los cielos y las estrellas. Reconocieron adentro de ellos y ellas, y de la Naturaleza misma, una fuerza interior que los unía dentro de la misma danza cósmica con todos los seres vivientes. Una energía vinculante, sanadora, cuidadora de todos. Sin embargo, con el tiempo, algunos seres humanos olvidaron este mensaje fundamental, vital y primigenio y solo pensaron en dominar y someter, como también lo dice el texto en el génesis. Dominio que ha implicado explotación, deforestación, saqueo, despojo, humillación, deterioro, depredación, es decir, mucha muerte. Hoy que vivimos una crisis climática de enormes proporciones como causa de lo anterior, y que tenemos una economía capitalista extractivista es necesario volver a la experiencia primigenia y central del ser humano en su relación con el Cosmos, con la Tierra, con la Naturaleza.

  1. Spíritu y Espiritualidad

En esta nueva relación con la Naturaleza, los seres humanos descubrieron que existía una dimensión oculta en todas las cosas, que era lo que le daba sentido y fuerza de existir. La vida además de bella tenía una energía invisible que la hacía poderosa y generosa. Había que respetarla y cuidarla. Atentos a ellos mismos también, se descubrieron que ellos y ellas tienen esa misma fuerza en su interior. Esa fuerza los re-unía con toda la creación. Los re-ligaba con el mundo. Esa fuerza era entonces, sagrada, es decir digna de respeto y de veneración, y era re-ligiosa. Esta potencia era vigorosa como un huracán pero en otros momentos era suave como una brisa. De ahí que comprendieron que este “soplo de vida” solo podía venir de Dios mismo.

Para poner un nombre a esta dinámica, utilizaron su propia experiencia vital. Sabían que al respirar se inhalaba aire que los hace vivir. Al re-spirar consideraron que habitaba en ellos y ellas, esa fuerza que los animaba, no sólo a vivir, sino a vivir de cierta manera. Y que lo mismo pasaba con la Naturaleza. Todos re-spiraban ese aliento, ese aire o viento, que da ánimo, vigor y promueve la acción. Este será uno de los primeros principios esenciales para comprender la existencia misma. A este principio lo nombraron como Spíritu, que es todo aquello que anima la vida, que la hace existir pero también vibrar, mover, crecer, fortalecer la Vida misma en su máximo esplendor. Los pueblos hebreos la llamaron RUAH, que puede indicar desde aliento (algo más íntimo) como viento (algo más social). La espiritualidad será dejarse llevarse por esta fuerza generando, defendiendo y desarrollando la Vida misma en toda la creación. Es la Espiritualidad primera, primigenia u original.

El mundo entero está lleno de la RUAH. Y todas sus creaturas lo demuestran, desde la bóveda celestial donde danzan las estrellas y sus astros hasta los micro-organismos que cohabitan con nosotros. Las montañas, los ríos, los mares, la flora, la fauna, los seres humanos están en una trama asombrosa e increíble de la vida como dice Fritjof Capra. Esta RUAH no es estática, está siempre en movimiento. La creación es circulación, es baile, pero también es alteración y rebelión continua.

Lamentablemente el desarrollo de la primeras ciudades-estados en la antigüedad provocó que las religiones fueron instrumentalizadas para los poderes vigentes. Y estas religiones institucionales raptaron toda experiencia espiritual que tenían los seres humanos. Y aunque siempre existieron hombres y mujeres profetas que denunciaban este equívoco e injusticia, por cientos de años las religiones oficiales monopolizaron esta experiencia vital de la vida misma.

Pero serán los excluidos, las víctimas, los pequeños y las pequeñas, las comunidades marginadas las que pudieron mantener este legado y herencia de vida, lo mostraron, de forma valiente y profética, señalando este principio original. Uno de estos sujetos, los pueblos originarios, mantuvieron y defendieron, a costa de sus vidas, en estos más de quinientos años, esta espiritualidad originaria. Nos enseñaron que, al defender a los árboles, al agua, a las especies, defendían a todos y al mundo mismo. Pero los señores de la guerra y sus élites religiosas le impusieron múltiples etiquetas para designarlas como incorrectas, falsas, primitivas o lo que es peor contrarias a Dios. De ahí, que uno de los grandes errores actuales es pensar que una espiritualidad de la creación solo le corresponde vivirla a los pueblos originarios o solo es para campesinos o agricultores, cuando es la espiritualidad originaria de la humanidad. Debemos agradecerles que han sido los cuidadores y sanadoras de esta memoria ancestral. Han mantenido con su vida, con su cuidado a la tierra, al agua, a la Naturaleza esta experiencia espiritual viva. El papa se los ha dicho: “ustedes son memoria viva de la misión que Dios nos ha encomendado a todos: cuidar la Casa común” (QA 19).

Las mujeres son otro Sujeto de liberación que nos han enseñado esta espiritualidad primigenia. Estas, por su propia experiencia de generar, cuidar y defender la vida comprendieron que todos y todas estamos unidos y unidas, que todos y todas vivimos en la misma casa, en el mismo “oikos”, y por tanto todos y todas somos oiko-lógicos o eco-lógicos. Son ellas las que han demostrado que la creación es una acción que acontece continuamente, nos han enseñado y mostrado como la vida se reproduce aun en medio del terror y la violencia y que es más fuerte que la muerte. Recordaron que el cuerpo humano es tierra fecunda como la tierra, aunque también ambas son violadas y explotadas. En estos tiempos de muerte continua han mostrado uno de los caminos más fecundo para volver ala humanidad básica: el Cuidado con ternura y compasión. Desgraciadamente, también los poderes religiosos oficiales las han combatido diciendo que su ecofeminismo es falso, que busca la división y que va en contra de la misma naturaleza, aunque es al contrario, ellas dicen y vien en la verdad.

  1. La soledad caótica y las tinieblas

Cuando en el relato bíblico se habla de Caos, en realidad los términos refieren más a algo desértico, vacío, en inmensa soledad, (Auzou, en el principio Dios creó, p.217).  Para los campesinos de la época una tierra con esas características implica un horizonte de muerte. De esta manera, antes de que el ser humano comprendiera esta nueva manera de relacionarse con la Naturaleza, la veía así: sin sentido, en tinieblas, no alcanzaba a ver su belleza y majestuosidad, mucho menos comprendía su vinculación a ella. El Spíritu le ayudará entenderla de otra manera.

Hoy volvemos a tiempos de tinieblas. Estamos en un proceso de “des-espiritualizar” al ser humano. Esto implica hacer olvidar esta espiritualidad primigenia. La modernidad y el capitalismo con su propuesta del individualismo han propiciado que el ser humano se sienta des-vinculado de la creación, de la Tierra, de sus criaturas, de sus hermanos. Se encuentra en tinieblas, en un vacío existencial y con fuerte problemas de interioridad. El trabajo capitalista le ha quitado su “energía vital” convirtiendo a nuestras sociedades en sociedades cansadas, estresadas, deprimidas. Y aunque el ser humano se resiste a esta dinámica interiormente no encuentra en las dinámicas modernas citadinas apoyos para salir de esto. Cree que con comprar libros de autoyuda, entrar en clases de yoga podrá solucionar su problema, que es más profundo y hondo y que implica volver se vincular en una espiritualidad de la creación.

Viene bien recordar que los zapatistas, pueblos originarios en rebeldía en el Sur de Chiapas, utilizan una metáfora para comprender al capitalismo actual, comparándolo con la Hidra. Ésta es un monstruo violento de múltiples cabezas, que cuando se le cortaba una cabeza renacían en ella dos más. Dicen los  zapatistas el “capitalismo tiene cabeza de hidra, que cambia y modifica las formas de explotación, saqueo, dominación y represión. Cabezas de la hidra capitalista que se multiplican por todas partes, intensificando el despojo”.

Esta imagen tan viva y llena de terror expresa muy bien la situación actual del capitalismo. Éste tiene varias cabezas o rostros, y una de ellas es la extractivista, con ella el capitalismo “chorrea sangre y lodo por todos los poros, desde la cabeza hasta los pies”.

El capitalismo extractivista ha despojado de sus riquezas a los pueblos originarios desde hace más de 500 años. Empezaron – y siguen- despojándolos del Oro, la Plata y otros minerales. Le siguieron con el Caucho, la azúcar, el café. Ahora son los ADN de nuestras plantas, el litio y otros minerales que sirven para las nuevas tecnologías, entre muchos más. En la Amazonía rescata una voz el Papa Francisco en su texto de Querida amazonía: “Estamos siendo afectados por los madereros, ganaderos y otros terceros. Amenazados por actores económicos que implementan un modelo ajeno en nuestros territorios. Las empresas madereras entran en el territorio para explotar el bosque, nosotros cuidamos el bosque para nuestros hijos, tenemos la carne, pesca, remedios vegetales, árboles frutales […]. La construcción de hidroeléctricas y el proyecto de hidrovías impacta sobre el río y sobre los territorios […]. Somos una región de territorios robados” (QA 11). En esta región, en 2021 la pérdida forestal ha sido de 13, 265 kilómetros de selva arrasados. Expertos comentan que desaparecieron entre 2020 y 2021 el equivalente a 17 ciudades como Nueva York. Desaparecen especies, flora, se contamina el aire, los mares y se asesinan montañas con tal de saquear sus minerales. Colombia y Brasil liderean los asesinatos de los defensores y defensoras de la Tierra, solo de 2015 al 2019 en la Amazonía asesinaron a 232.

El capitalismo ve al mundo solo desde la ganancia. Todo lo convierte en negocio rentable. El extractivismo ve al mundo y a la Vida misma, incluyéndonos, como posibilidades de saqueo y robo. Es una manera de vida que implica robar de lo ajeno sus elementos vitales. El extractivismo, por su historia y por sus formas siniestras de operar, es la manera, más evidente, de luchar contra la vida, contra el Espíritu. Es el principio anti-Vida. Por es urgente reanimar esta espiritualidad de la creación o primigenia.

  1. El suelo, el agua, las montañas, todo es caricia de Dios

En los últimos existe, gracias a las luchas y resistencias de los pueblos originarios, de los colectivos de las mujeres, de los movimientos anticapitalistas o anti extractivistas, una serie de resistencias, luchas, protestas, proclamas, denuncias, escritos, proclamas, reivindicaciones y propuestas en el ámbito religioso. Es ya un símbolo la Laudato sí del Papa Francisco. Con el Sínodo de la Amazonía y su respectiva Exhortación apostólica “Querida Amazonia” se alzó la voz y se centraron las miradas en esta región tan saqueada y violentada, símbolo de toda la creación. Tenemos también esta iniciativa ecuménica, cada vez más conocida: “Tiempo de creación” que recoge del profeta Amós para este año su grito “¡Pero corra el juicio como las aguas, y la justicia como impetuoso arroyo”! (Am 5, 24) llamándonos “a unirnos al río de la justicia y la paz, a asumir la justicia climática y ecológica, y a hablar con y por las comunidades más afectadas por la injusticia climática y la pérdida de biodiversidad”.

En esta línea de pensamiento y acción, se quiere sumar los siguientes impulsos de una espiritualidad de la creación en tiempos del capitalismo extractivista.

  1. Relacionalidad, armonía y reciprocidad. La espiritualidad de la creación fomenta la relacionalidad de todos los seres vivos de forma armónica y natural. Se trata de que la forma de relacionarlos con la Naturaleza y toda la creación sea la adecuada integrando de forma armoniosa los diferentes equilibrios necesarios para que la Vida siga existiendo en plenitud. Esto implica una escucha permanente con la Naturaleza. Un diálogo con ella y una reciprocidad en la relación. Se da, pero también se recibe. Los humanos parecen solo recibir y nunca dar nada a cambio. Como dice Francisco Varela “la realidad está siempre coo-emergiendo, coo-surgiendo, como fruto de la constante interacción”, es la vida que genera más vida. El Spíritu existe en plenitud cuando hay armonía en la naturaleza y en el cosmos. Dirá de forma clara Estermann “todo está conectado, todo es interdependiente y todo está interrelacionado con lo demás. Nada existe de manera solitaria, porque cada entidad es parte integral de la totalidad”.
  2. Conciencia cósmica. Todo esta vinculado y unido en la Vida. El ser humano debe entender que todo daño que hacemos a la Naturaleza y a la Tierra misma nos lo hacemos a nosotros mismos. Y al contrario, el buen vivir o suma kawsay nos humaniza y vivifica a la Naturaleza. Esta conciencia nos hace ver que todos y todas formamos una unidad y como Sagan decía que “somos polvo de estrellas” podemos llamarla Unidad cósmica. Una espiritualidad de la creación sabe de esta interrelación y la define como sagrada. Y esto no solo implica nuevos símbolos y ritos sino sobre todo nuevas formas de comprender a Dios/a. Esto se llama panenteísmo que implica Dios en todo y todo en Dios. No es que todo sea Dios sino que Dios esta presente en el cosmos y el cosmos está presente en Dios. Como dice Ian Bradley Dios es verde. De ahí la necesidad de que el cristianismo “reverdezca”.
  3. Indignación ética, valentía, y denuncia social. La conciencia cosmológica y la propia relación armoniosa con la naturaleza llevará en consecuencia defender la vida en todas sus formas. Al contemplar la acción asesina del ser humano en ella, por intereses económicos y geopolíticos, además de asombro, nacerá la indignación ética ante estas acciones. La experiencia y la historia de los ambientalistas y defensores del Territorio siempre ha sido dialogar para solucionar los conflictos pero llega el momento en que el diálogo se debe tornar en una lucha valiente contra el sistema. El papa lo dice: “a los emprendimientos, nacionales o internacionales, que dañan la Amazonia y no respetan al territorio y a su demarcación, a la autodeterminación y al consentimiento previo, hay que ponerles los nombres que les corresponde: injusticia y crimen” (QA 14). Y en el número 15 del mismo documento dirá: “es necesario indignarse, como se indignaba Moisés, como se indignaba Jesús, Como Dios se indigna ante la injusticia. No es sano que nos habituemos al mal, no nos hace bien permitir que nos anestesien la conciencia social…”. Esto significa que una espiritualidad de la creación se indigna, lucha y asume el conflicto socio ambiental como parte de la acción del Spíritu.
  4. Vulnerabilidad, corporalidad y cuidado amoroso. La espiritualidad de la creación sabe que la naturaleza y toda la creación entera es finita y vulnerable. Se agota, se cansa, y se muere si no se cuida y alimenta. Por eso en tiempos de voracidad capitalista se debe defender los derechos de la naturaleza y de la creación misma. Las reglas del jubileo israelita iban en esa dirección. Implicaba dejar descansar la tierra y al pobre. Los empresarios, élites y gobiernos deben pagar a la creación y a las principales víctimas del ecocidio producido por ellos, que son pueblos excluidos como los indígenas, por el daño causado. Se debe frenar esta demencia asesina para el bien de todos. De ahí que la espiritualidad de la creación deberá pedir, denunciar y exigir que paren su ecocidio global. Que reparen en la mayor medida posible los daños causados. Además, se deberá impulsar, bajo esta misma dinámica, un movimiento global del cuidado de la creación. Creyentes y no creyentes deberán unir esfuerzos por cuidar nuestra casa común. Todos vivimos en la misma casa que algunos están destrozando. Recordemos que falta poco para que lleguemos a los 2 grados que implica una muerte global para todos. Ya no estamos en “el calentamiento global” sino en la “ebullición global”. Paremos ya.
  5. Compasión y ternura. Dentro de las Iglesias cristianas y del mundo entero ha sido un vaso de agua fresca lo escrito por el Papa Francisco. Para él: “La espiritualidad cristiana propone un modo alternativo de entender la calidad de vida, y alienta un estilo de vida profético y contemplativo, capaz de gozar profundamente sin obsesionarse por el consumo.” (LS 222). Y nos escribe profundamente que “todo el universo material es un lenguaje del amor de Dios, de su desmesurado cariño hacia nosotros. Dios nos ama a través de la creación, nos alimenta y refresca, nos potencializa y nos vincula en abrazo protector. Esto implica ser coherentes y amar hasta dar la vida a la creación toda. Contemplar la creación ha sido una acción que todo ser humano ha hecho alguna vez en su vida, viendo un hermoso atardecer, subiendo una montaña y viendo el horizonte en su totalidad, frente al mar quedando boquiabierto con su grandeza e inmensidad, contemplar la belleza es una acción que debemos seguir realizando y fortaleciendo porque nos hace más humanos. Recordando dos elementos de la contemplación, el silencio que siempre le acompaña para escuchar mejor su belleza y grandeza y la gratitud al ser consciente de no merecer ese regalo visto y sentido. Contemplar en silencio agradeciendo la creación es un acto amoroso y que también podemos llamar oración.
  6. Realidad vinculada. Otra forma de decirlo es que somos un sistema de vida complejo. Y como todo sistema somos más que la suma de sus partes. Esto significa que un sistema origina algo inusual y que no podría crear solo con la suma de sus partes, sino solo en la interacción de esos componentes del sistema se suscita algo mayor, no planeado y a veces ni pensado. La espiritualidad de la creación es consciente que solo en armonía y en relación continua podemos formar eso mayor, producto de miles de relaciones interdependientes que llamamos VIDA. La Vida existe porque es el resultado de subsistemas interrelacionados en una interdependencia armoniosa. Si faltan algunos de esos subsistemas se transforma la VIDA y se va convirtiendo, poco a poco en otra cosa. Es tiempo de reforzar las viejas formas de relación sanas y justas y de crear nuevas formas en la Naturaleza misma, pero para esto necesitamos siempre la otredad de la creación.
  7. Martirio ecológico. La espiritualidad de la creación reconoce como testimonios dignos de imitar y seguir a los defensores de la Tierra asesinados. Son los nuevos mártires que por defender la Vida no han dudado en poner lo más valioso que tiene su cuerpo, su valentía y su vida misma. Debemos propiciar en nuestras comunidades el reconocimiento de estas personas que han dado la vida por enfrentar las fuerzas capitalistas extractivistas. Morir por defender a la Tierra es morir por defender a Dios mismos y a todas su creaturas. Debemos hacer memoria de los nombres que han dado la vida para que sigamos con la nuestra. La espiritualidad de la creación no olvida sus nombres ni sus vidas. Tampoco nosotros.
  8. Alianzas estratégicas. Como dice García Parra[1] “debemos buscar una transición ecosocial, de manera que apunte a un cambio integral del régimen socio ecológico hacia modelos que articulen la justicia social con la justicia ambiental y hacia prácticas económicas y productivas basadas en la reciprocidad, la complementariedad y los cuidado, es decir hacia un nuevo pacto con la naturaleza”. Y esto implica desde la espiritualidad de la creación la suma y propuesta de los movimientos sociales ecológicos o socio ambientales. Son tiempos de alianzas estratégicas y de sumar esfuerzos, crear bloques de lucha que puedan enfrentar en buenas condiciones el ecocidio capitalista. Las luchas están fragmentadas es tiempo de unirnos como en la naturaleza para combatir inteligentemente frente a las grandes transnacionales mineras, farmacéuticas, etc. El Spíritu nos impulsa a defender la vida organizadamente y con otros, hermanos y hermanas, que quieren lo mismo.

[1] Transiciones justas. Una agenda de cambios para América Latina y el Caribe / Gloria Isabel García Parra … [et al.]. – 1a ed. – Ciudad Autónoma de Buenos Aires : CLACSO ; OXFAM, 2023. Libro digital